Willem Frederik Hermans
Alfred Issendorf, un holandés de 25 años, estudiante de geología en Ámsterdam, discípulo del conocido professor Si-bbelee, viaja a Noruega en el verano de 1965 con el fin de recolectar materiales para una tesis doctoral sobre el impacto de los meteoritos en la corteza terrestre. El profesor Ornulf Nummedal de Oslo le proveerá de las fotos de los lugares donde cayeron los meteoritos. Pero el citado investigador, Nummedal, resulta incapaz de ayudarle, porque los materiales, las fotografías, han sido trasladados a otro instituto.
La situación se complica y el director apenas coopera. Un caos muy propio del gusto de Hermans. Finalmente, Alfred acaba marchando en una expedición con su amigo Arne y otros dos geólogos noruegos. Enseguida queda claro que Issendorf no está preparado ni física -le pesa demasiado la mochila- ni mentalmente para la expedición -hasta los mosquitos le impiden dormir. Su personalidad se manifiesta inútil para la empresa, pues la vida misma le agobia, el miedo a que le engañen, los mordiscos del complejo de inferioridad ante los otros. El sólo quiere descubrir los meteoritos, escribir su tesis doctoral y casarse con una amiga de su hermana. En fin, que todo resulte fácil y al alcance de la mano. Pero el destino le tiene reservadas varias sorpresas, como descubrir que uno de los geólogos tenía las famosas fotos, pero no las había compartido, y cuando las consulta tampoco le ayudan mucho.
Las riña y su incompetencia le llevan a separarse de los expedicionarios; cuando se reencuentra con Arne, su polo opuesto, un geólogo competente, encuentra que su amigo yace dormido, -piensa primero- pero resulta que está muerto a causa de una caída. Arne no va despertarse nunca más, y Alfred piensa que quizás debía haber seguido su afición por la música, convertirse en flautista, en vez de atender el deseo de su madre, que quería que continuase la tarea de su padre, un botánico muerto en accidente.
De regreso a Ámsterdam, su madre le regala unos gemelos decorados con trozitos de me- teorito, enorme ironía -porque el joven ha decidido abandonar sus estudios- y un ejemplo de la incomprensión materna. El libro nos convence de que los caminos de la vida son inescrutables, y que el esfuerzo a veces no conduce a meta alguna. Hermans, el mejor novelista holandés del XX, pone el optimismo de ciertos psicólogos patas arriba.