Emilio Pascual. Foto: F.C

Valnera. Cantabria, 2010. 272 páginas, 18 euros



Como en Apócrifos del libro (2004), esta novela de Emilio Pascual (1948) es un libro nacido de los libros, alimentado de muchos siglos de literatura en el alma y colmado de la sabiduría que dan las lecturas asimiladas hasta ser ya carne de vida. Con razón afirma su autor que no ha querido escribir una novela histórica, aunque transcurre a finales del siglo VIII, ambientada en el monasterio de Liébana, y trata de personajes históricos, como el Beato lebaniego, Carlomagno y tantos más cuyas figuras y doctrinas Pascual maneja con respeto por la tradición pero sin temer a los anacronismos que la ficción le permite. Ni siquiera el protagonista es Beato de Liébana, personaje con importante presencia en la historia novelada, pero que no es más que un pretexto para componer una intensa novela de amor, de exaltación al amor como fuente sublime y razón última de la vida, y un ejercicio literario de inusitada belleza en estos días en que casi todo se desvanece en campos de soledad, mustio collado.



La novela está construida en dos partes con perfecta simetría en su distribución de 11 capítulos en cada una y un preludio al comienzo de ambas. Los 22 capítulos se ordenan por las letras del alfabeto griego y llevan como epígrafes las mismas ideas en castellano, griego y latín. Su organización constructiva es compleja y constituye la base del perspectivismo y la complementariedad que enriquecen las dos partes. La primera, "Informe para una mitra", se abre con un "Invitatorio" cuyo narrador omnisciente cuenta que el monje Memorio anuncia al obispo de Osma la muerte de Beato, que había sido su maestro en Liébana, por lo cual el obispo Eterio encarga al diácono Siricio que vaya a aquel monasterio y le haga un completo informe de los últimos años de Beato. Siricio narrador cuenta en primera persona sus averiguaciones, primero en forma de epístola dirigida a su obispo, con callados ecos de la picaresca, y después a modo de crónica compuesta por lo que ha sabido gracias al hallazgo de documentos y a las informaciones de algunos monjes y, sobre todo del cantero y artista Asfodelario. En el informe constan observaciones sobre modos de vida en el monasterio, sobre un fondo dado por la disputa teológica sobre las doctrinas adopcionistas entre el arzobispo de Toledo y el Beato. También se da cuenta de la llegada de peregrinos. Entre ellos aparece uno con su sobrina mora,Zoraida, cuyo nombre es clara manifestación de la herencia cervantina derramada por doquier entre otras voces y ecos que van desde la Biblia hasta Borges y Gamoneda.



La segunda parte, "Informe para un abad", lleva como preludio un "Nocturno" cuyo narrador omnisciente cuenta que en el siglo XVIII el cura Simplicio descubrió entre las ruinas del monasterio de Valcavado el manuscrito con la confesión que el monje Memorio dirige al abad de Liébana. Su texto esclarece la secreta relación amorosa entre Memorio y Zoraida, con la extraña muerte de ésta, el retiro del monje y su posterior viaje ideado por Beato para visitar a Alcuino de Yok y la corte de Carlomagno. Esta segunda parte es más itinerante, pues Memorio narrador viaja desde Liébana hasta Roma, y regresa poco antes de la muerte de Beato. La riqueza de narradores es aún mayor, pues a Memorio narrador se añade la colaboración escrita de dos nuevos narradores, más un relato oral, que ordenan sorpresas en una intriga con interés creciente para todo lector ávido de novedades, sin defraudar al lector más avisado y exigente.



El número de la Bella es novela para lectores cómplices, con una intriga amorosa contada con El cantar de los cantares bíblico y el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz como hipotextos ajustados al ritmo narrativo. He aquí una lección de humanismo en una fiesta intelectual, llena de sorpresas y claves cultas, preñada de intertextualidades entrelazadas con decoro porque vienen aquí como de molde, aunque por su riqueza y complejidad necesiten de comento.