Antonio Orejudo. Foto: Iñaki Andrés.

Tusquets, 248 pp., 17 e.



Esta es la cuarta novela de Antonio Orejudo (Madrid, 1963). En ella el humor constituye su valor predominante, derramado en diferentes variedades y grados, desde la ironía más o menos comprensiva o amarga hasta la sátira corrosiva y mordaz, pasando por la deformación grotesca del mundillo universitario en Estados Unidos y en España, que el autor conoce bien por haber sido profesor en universidades norteamericanas y, en la actualidad, en la de Almería.



Un momento de descanso tiene algo de autoficción (incluida su parodia) por las coincidencias entre la historia novelada y la realidad, sobre todo en la figura del narrador, cuyo nombre es el mismo que el del autor, Antonio Orejudo, a quien se atribuyen sus tres novelas anteriores (p. 145), su condición de profesor universitario en EEUU y su regreso a la universidad española. Pero nada de esto garantiza la verdad de lo que cuenta en la novela, donde se ha construido un yo figurado que juega con la simulación entre lo verídico, ilusoriamente apoyado en rasgos del autor, y lo imaginado en una continua invención de episodios y situaciones hilarantes, grotescas y excéntricas que muestran la degradación caricaturesca de la realidad de nuestro tiempo en el ámbito universitario.



La novela comienza con el encuentro de dos amigos en la feria del libro de Madrid. Orejudo firma ejemplares de sus novelas y recibe la visita de Arturo Cifuentes. Llevan 17 años sin verse. Cifuentes ha descubierto en la universidad donde espera la cátedra una historia de traiciones, falsificación de biografías y otros desmanes amparados por el franquismo y que la democracia no corrigió. Cifuentes ofrece sus hallazgos a Orejudo para que escriba un libro que denuncie tales tropelías. Y esta es la novela que acabamos de leer.



Para escribirla, el narrador Orejudo aprovecha lo que le contó Cifuentes, quien, a su vez, recabó el testimonio de otros narradores para completar varios episodios: por ejemplo, el de la secretaria del departamento en la historia del profesor que acabó suicidándose, el de una profesora de Oxford en la astracanada de las oposiciones del suicida o el de un fraile centenario para conocer la historia familiar del mismo profesor. Todo ello da lugar a una visión degradante de la universidad americana, bajo el poder de la tríada formada por negros, feministas y homosexuales, con extravagancias como aplicar las teorías de male feminism al estudio de la literatura española medieval; parecida visión carnavalesca se aplica a la universidad española, con situaciones tan escandalosas que nadie que no esté dentro de su mundillo creería. El narrador ha tenido buen cuidado de sustentar la verosimilitud literaria de tan increíbles corruptelas en los sucesivos filtros de su relato: el fraile centenario se chuta con porros y él mismo ha experimentado en USA unas pruebas de laboratorio que lo han llevado a confundir realidad y ficción. Así se ha hecho escritor de ficciones. Así escribió en perpetua confusión la historia descubierta por Cifuentes, cuando este ya no quería por haberse integrado en el sistema como catedrático. Y así Orejudo ha completado una historia contra toda certidumbre porque nada es lo que parece, una novela contada con amenidad, fluidez y ácido humor, afilado con el sarcasmo de Baroja y el esperpento de Valle Inclán, que divertirá a muchos lectores y avergonzará a quienes puedan darse por aludidos.