Image: Los que hemos amado

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Novela

Los que hemos amado

WillY Uribe

6 mayo, 2011 02:00

WillY Uribe. Foto: Mitxi

Libros del Silencio, 2011. 255 páginas, 19 euros


Muy reciente la lectura de la anterior novela de Willy Uribe Cuadrante Las Planas, entro en la nueva, Los que hemos amado, con el temor de verme pillado en otro texto arduo en exceso y con la curiosidad de comprobar qué ha sido de las cualidades insinuadas en aquélla. La sorpresa es monumental. Ahora, Willy Uribe (Bilbao, 1965) hace un relato diáfano, lineal, realista, claro en su sentido y ameno, si cabe decir esto de una historia durísima. En cuanto a los atisbos de narrador facultado, la destreza constructiva, la creación de personajes y la vigorosa expresividad del mundo recreado los confirman.

Uribe cuenta una anécdota de taimada sencillez. Sergio, un muchacho de Getxo abandonado por su madre, prostituta, viaja con su amigo Eder, de respetada y rica familia, al sur de Marruecos. La necesidad de escapar del medio le impulsa a emprender esta expedición al mítico Sur donde espera encontrar la felicidad practicando surf y drogándose. La primera parte de la novela presenta la ida, jalonada por un rosario de llamativas peripecias relacionadas con el tráfico de estupefacientes. La segunda refiere el regreso de Sergio, solo, a Algorta tras ocurrirle sórdidas anécdotas a través de media España. La novela responde al patrón de un relato de aventuras con resonancias formales de la picaresca. Sutiles engaños inesperados la encaminan hacia una narración de intriga.

Este andamiaje acoge un par de líneas temáticas. Una se centra en el retrato de ciertos comportamientos juveniles vinculados con la concreta situación histórica del País Vasco. Uribe muestra el hastío y el sinsentido vital de unos chicos a quienes el mundo niega gratificaciones suficientes. Estos veinteañeros pagan un oneroso tributo a la violencia colectiva y optan por evadirse hasta consumar una marginalidad que conduce al delito. La novela ofrece un amplio repertorio de vidas arruinadas.

Uribe consigue darle plena autenticidad vivencial a un asunto manido, la insatisfacción adolescente. En ello resulta básica la otra línea temática, la relación entre dos seres antagónicos, más que por la insalvable diferencia de clase por sus opuestos caracteres, uno sumiso, Sergio, y otro dominante, Eder. Ambos propician una densa exploración psicológica de extraordinaria intensidad y finura de matices en la que se investigan varias fronteras, las de la lealtad, los intereses y, sobre todo, el gran motivo subterráneo, los afectos indecisos.

Los que hemos amado lleva a cabo una profunda incursión en desazones humanas intemporales de corte existencialista. También recrea un mito sin tiempo, el del fugitivo, con ecos del far west. La historia central y sus ramificaciones la cuenta Sergio desde un punto de vista exterior cuya justificación desvela él mismo al celebrar que en las novelas de su admirado Marcial Lafuente Estefanía no haya tiempos muertos que rellenar de reflexiones absurdas. Algo parecido practica Uribe: escribe una historia directa y sin divagaciones . Este estilo tan sencillo como intencionado y los breves capítulos encadenados producen un ritmo narrativo fluido y dinámico que agarra al lector. Cuando éste quiere darse cuenta de la tragedia, la peripecia aparentemente vulgar de jóvenes desnortados ya se ha convertido en un viaje al infierno.