Darío Jaramillo. Foto: JPG

Premio J. M. Pereda de Novela. Pre-Textos. 190 págs, 12 e.



Pocos parecidos hay entre esta novela de Darío Jaramillo (Antioquia, Colombia, 1947) -ganadora del Premio de novela corta Jose Mª de Pereda- y su anterior trabajo (Memorias de un hombre feliz). Si acaso sólo el aire confesional, que allí imperaba en todo el libro, y aquí se adopta sólo en el tercer y último de los capítulos. Pero trama y ritmo se mueven en otras coordenadas y registros. Ahora no estamos ante el reconocimiento de un crimen en el seno de un matrimonio de la buena sociedad bogotana, sino ante la historia detallada de una obsesión amorosa, la del joven "Josehache por una elegante y seductora mujer, esposa de embajador europeo, que le dobla la edad y a la que el joven conoce mientras trabaja en los 90 del pasado siglo de cajero en un bar de Bogotá, empleo que compatibiliza con sus estudios universitarios.



Respecto al ritmo, aunque Jaramillo es más un autor de secuencia completa y lineal que de experimentos estilísticos, dota a esta Historia de Simona de una notable agilidad, en la que sin duda colabora la gran dosis de erotismo que contiene el recuento de los encuentros esporádicos y febriles de la pareja protagonista a lo largo de diez años. Imprime Jaramillo un deliberado aire folletinesco, que no rehúye una cómica autocrítica: "es un talento adquirido de todos los latinoamericanos, la capacidad, se diría que instintiva, para imaginarse protagonistas de su propia telenovela" (p. 33). De adulterios, de adulterios consentidos y hasta teorizados, va esta novela, pues el marido embajador está tan al corriente de las infidelidades de su esposa, como ella de sus devaneos homosexuales. Una pareja que "simula su matrimonio" y se tiene a sí misma por "civilizada" y transparente, cuestiones que, sin embargo, no garantizan su felicidad. Este es un asunto que une la anterior y la actual obra de Jaramillo, pues en ambas la gran pregunta es si es posible la felicidad. El joven Josehache se siente dichoso, pero su carácter analítico obsesivo, el desgaste lógico de los años y la escalada progresiva de los celos, situarán al protagonista y al lector ante una cara mucho menos amable de lo que empezó como "hechizo, estremecimiento, vértigo". En esta evocación de un amor tan correspondido como sin futuro, que todo lo fía al instante, el autor destaca por su buena pincelada de detalles, pues el texto, como la propia obsesión insomne del protagonista, se "elabora con una paciencia artesanal".