Ramón Pernas. Foto: Archivo

Premio Emilio Alarcos. Algaida. 264 pp., 18 e.



En el marco de unos días de agosto en una playa se produce el acceso a la madurez sentimental y erótica de un quinceañero. Que una escena como esa, con la que arranca En la luz inmóvil, cuenta con prestigiosos antecedentes lo sabe bien Ramón Pernas (Viveiro, Lugo, 1953), al igual que conoce la familiaridad del resto de la anécdota de su novela con las muchas ficciones que han desarrollado una fijación amorosa. Por eso admite que se suelen contar las mismas historias de nuevas maneras. Tal sería, en efecto, su planteamiento: en vez de buscar la originalidad temática imposible, disponer un artefacto narrativo moderno al servicio de una anécdota wertheriana.



Un título sugeridor tomado de un verso de Pavese ampara una historia amorosa de trasparente neorromanticismo. Un escritor y editor famoso persevera hasta una edad avanzada en el amor incondicional y no correspondido hacia una joven con la que tuvo su primera experiencia amatoria en una fecha marcada a fuego en la ya lejana adolescencia. Aunque la chica desapareció, ha retornado a él en varios momentos críticos como a una tabla de salvación en la que siempre ha encontrado apoyo desinteresado. Esta obsesiva anécdota de desprendimiento corre en paralelo de una revisión sucinta del pasado español en el que están implicados ambos protagonistas. Por ella desfilan los finales del franquismo, el ascenso de los socialistas, la violencia de grupúsculos ultraizquierdistas y rasgos de las formas de vida más recientes del país. Todo ello se cuenta como el sentido álbum de recuerdos del narrador, pero Pernas, atento a la búsqueda de una forma no convencional para exponer una fijación sentimental extremada, monta un relato culturalista, en parte vertebrado en torno a una lectura de Pavese, que reflexiona acerca del propio texto. Tanto como las vivencias del protagonista importan sus observaciones sobre el dubitante proceso de escritura del libro.



Como ocurre en las novelas de Pernas, lo privado y lo colectivo establecen un estrecho diálogo. No se trata, sin embargo, de una novela histórica al uso y su interés se supedita al de una aventura individual de estricto intimismo abierta a un doble frente. En ella tenemos, por una parte, una exploración psicologista acerca de las pulsiones del bien, el mal, la amistad, la lealtad y la traición. Por la otra, el análisis de una pasión que, aun irracional, avala el fondo noble en el que reposa la naturaleza humana.