Patricio Pron

Mondadori. 208 pp, 16'90 euros



Libros tan contundentes como El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan o El comienzo de la primavera han hecho de Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) uno de los escritores más interesantes y capaces de la actualidad hispanoamericana. Su nueva novela, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, no es un simple ejercicio de escritura, obedece a un proyecto de verdad ambicioso, cargado de resonancias éticas y, ciertamente, doloroso para su autor, por cuanto tiene de catarsis personal: nada tan difícil como rastrear los orígenes personales esclareciendo quiénes fueron en verdad tus padres y tu propio país. El "inventario" al que alude el protagonista en la página 34 acarrea finalmente serias consecuencias y más cuando la historia que se cuenta es casi al cien por cien "verdadera". Tras una estancia de ocho años en Alemania, el trastornado "héroe" de esta historia regresa a Argentina al saber de la enfermedad de su padre.



Desde un impecable comienzo en el que el lector queda pronto atrapado, vamos sabiendo del carácter inestable de un personaje desarraigado, con dificultades de memoria y dependiente de pastillas que le hacen vivir entre una persistente bruma perceptiva. Las dificultades de relación y comprensión mutua entre padres e hijos y el descubrimiento de secretos de nuestros progenitores eran ya un tema importante en los relatos de El mundo sin las personas... Pienso por ejemplo en la brillantez de "Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás". En la evocación del padre enfermo se agradece que no eche mano de excesos sentimentales, como también refresca el humor: véase el pasaje sobre la visita de los Testigos de Jehová en la página 20. El descubrimiento del pasado de militancia política de sus padres va acompañado de una visión cruda del resultado de aquellos heroicos esfuerzos (¿fueron en vano?) y de la imagen del país propio: Argentina aparece como un país avejentado abonado al fracaso, montado siempre en la montaña rusa con los vagones boca abajo mientras tal vez el operario esté loco o se ausenta para comer (p. 24). El debate entre querer y no querer saber se decanta por la voluntad de conocimiento pleno, a partir de la noticia de la desaparición en 2008 del sexagenario Alberto Burdisso, hermano de Alicia, desaparecida a su vez durante la dictadura en 1976. Mientras el padre del protagonista lucha por su vida en el hospital, el hijo indagará entre sus carpetas haciendo aflorar la verdad. Desde un punto de vista literario, tras una brillante primera parte, el larguísimo detalle periodístico-documental-estadístico enfría y rompe el ritmo del libro en las otras tres, por mucho que el lector comprenda las nobles intenciones y el alto listón de quien "reclama justicia y demanda memoria". Se recupera la temperatura en los compases finales, con la visita al padre y ese bello alegato sobre lo que se les impidió vivir a aquellos que, atropellados por la violencia, no sobrevivieron.