Gabi Martínez. Foto: Santi Cogolludo

Alfaguara. Madrid, 2011. 280 pp., 18'50 e. Ebook: 10 e.

La trayectoria de Gabi Martínez (1971) resulta desconcertante. En su currículo figura una obra muy próxima a la sensibilidad vanguardista de la última generación, Ático, volcada en la recreación de una realidad virtual y construida con el gusto reciente por lo fragmentario e inarticulado. En el extremo contrario, Los mares de Wang es un libro de viaje por la costa China donde aplica técnicas reporteriles. Entre ambos cabría situar Sudd, viaje también, pero invención fantástica y alegórica ubicada en una geografía centroafricana espectral.



Hago este mínimo recorrido por títulos del todavía joven escritor barcelonés para tratar de encontrarle un engarce a Sólo para gigantes y asignarle un espacio en una visión unitaria del mundo, en ese postulado homogéneo de la vida que requiere todo trabajo literario solvente. Si no, la nueva novela de Martínez corre el riesgo de entenderse como un relato efectista de consumo, una historia de intriga y acción abocada al simple entretenimiento. Y no creo que lo sea.



El arranque de Sólo para gigantes tiene carne sobrada como para pensar en esa última dirección de una historia de aventuras e intriga emplazada, por si fuera poco, en un territorio exótico, la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán donde se yergue la cordillera del Hindu Kush "con sus más de cuarenta picos por encima de los seis mil metros". Allí aparece asesinado un hispano-francés, Jordi Magraner. Muchas hipótesis caben: venganza de antiguos apadrinados, represalia de los insurgentes talibanes, ajuste de cuentas por motivos sexuales, ejecución sumaria por la policía local e incluso complot de alguna agencia internacional de espionaje, la CIA o los servicios secretos paquistaníes. Cualquiera de esas fuerzas podría tener motivos para la canallada, pues todas se habían visto afectadas por el vehmente y atolondrado Jordi.



La novela conforma, pues, un enredado bucle de motivos alrededor de una historia de acción, aventuras, intriga, misterio, viajes peligrosos, búsquedas trascendentales y situaciones humanas extremas. A este puzle se suman más alicientes de la literatura popular: la recuperación de culturas prehistóricas agónicas, la vindicación de etnias apartadas, el fundamentalismo religioso... y, además, la búsqueda de lo ignoto. Porque a Jordi le lleva a estos remotos territorios la búsqueda del yeti.



Gabi Martínez construye una novela de aventuras a partir del esquema de un relato de personaje. Alrededor de la existencia ajetreada de Jordi gira todo, que son bastantes asuntos: los resquemores, intrigas y falsedades del mundillo académico, el islamismo violento, los deseos humanos de espiritualidad, las inclinaciones sexuales y el idealismo.



Escaso mérito tiene el estilo, demasiado plano. Discutibles resultan algunos comedidos recursos vanguardistas: una estructura algo fragmentada con capítulos de muy diferente extensión, la implicación del autor con su propio nombre en la peripecia y la reproducción de abundantes fotografías que acercan el relato al presunto reportaje periodístico y acrecientan el efecto de realismo. El punto más positivo de Solo para gigantes reside en el elemento básico de una historia clásica, un buen héroe novelesco de configuración bien tamizada, nada maniqueo y de sugestiva ambigüedad.