1Q84. Libro 3
Haruki Murakami
21 octubre, 2011 02:00Haruki Murakami
Tratándose de Haruki Murakami (Kioto, 1949), conviene que el lector de esta reseña sepa cómo me posiciono. Siento por Murakami un respeto salpicado de simpatía: me parece realmente un escritor, que es lo más importante que puede decirse de un escritor. Las jerarquías vienen después, pero vienen, y entonces confieso: no veo que Murakami esté en lo alto del panorama. Para poder decirlo, bien lo sabía Johan Huizinga, hay que poner al autor a competir. Por tanto, imaginemos un cuadrilátero y lancemos al novelista en combate contra David Lynch, con quien tan a menudo se le compara: Murakami resiste un rato y finalmente cae. ¿Y si hay que escoger a un japonés cachondo? Gana Tsutsui. ¿O a un narrador desatado? Me quedo con Thomas Pynchon. Si el duelo es con su maestro Salinger, lo mismo. En fin, que Murakami resiste, sí, un rato; pero no está al frente. Eso, en sus mejores trabajos. En After dark o en 1Q84, ni eso.Las virtudes y defectos del autor son conocidos. A su favor cuentan un entusiasmo arrollador, una imaginación cargada de sentido jungiano, su eclecticismo, el humor absurdo y, sobre todo, su capacidad de seducción. Las peores tentaciones que lo acosan son cargar el texto de obviedades o pasajes filosóficos de calidad atroz; permitir que la imaginación degenere en fantasía descontrolada; caer en el adanismo estilístico. En su nueva novela, el propósito responde al mejor Murakami: elaborar un mito numinoso capaz de tener una incidencia real en nuestra sociedad tecno-pop. Pero ¡ay!, aquí los defectos asfixian cualquier éxito parcial. En 1Q84 es agotador afrontar tanto diálogo esquemático, tanta apelación políticamente correcta (una familia vive "en la intolerancia -en opinión de Ushikawa, por supuesto-"), tanta reiteración innecesaria, tanto manual filosófico de secundaria y tanta jerigonza absurda, pueril: ¿"poder anti Little People"? Si esto es estilo…
Quien disfrutó con los dos primeros libros lo hará con este, porque es el mejor. Sin embargo, para mí es un pobre consuelo, puesto que en su momento sólo superé las primeras doscientas páginas de la trilogía por prurito crítico: hasta ese momento, el elemento de comparación más justo que encontraba para 1Q84 era la saga Millenium de Stieg Larsson… Con ventaja para Lisbeth Salander. Y ya que suele mencionarse el manga para hablar de Murakami, recordemos que Toriyama ha remasterizado su éxito televisivo Dragon Ball Z, mejorándolo notablemente al eliminar los fragmentos de relleno. Vamos, que podar 1Q84 tampoco habría hecho ningún daño. Pero me temo que Murakami quiso poner a prueba su músculo narrativo, planteándose desde el principio una maratón literaria de cien quilómetros, error cada vez más típico en los aspirantes al tratamiento de grado 33 narrativo. El resultado es un paquidermo a años luz de la divertidísima y fibrada La caza del carnero salvaje, la burra y libérrima El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas o la hermosa Kafka en la orilla.
Con todas ellas, y con otras del autor, 1Q84 comparte multitud de temas, recursos y elementos escenográficos, hasta el punto de que a ratos esta trilogía parece un greatest hits murakamiano: bosques, dualidades, rimas sutiles de los elementos que aparecen, sexo descrito de forma inconfundible, puertas de acceso, Proust, Chéjov, pop, rock, clásica y jazz, hombres abandonando a mujeres que duermen, criaturas de sombra demediada, narración paralela, atascos en paisajes industriales, gatos, anglicismos, adolescentes en fuga, familias desestructuradas, presencias conspiranoicas, alusiones a tramas políticas o financieras elaboradas con tan poco rigor que serían el consuelo de los guionistas del soft porno italiano setentero, soledad, marcas de productos… Como cantaba Sabina, "qué agobio, hija, ¿y la Sartorius?"
Evidentemente, 1Q84. Libro 3 contiene buenas páginas.
Citemos un asesinato, la toma de contacto visual entre dos personajes, los encuentros de Tengo con su padre o esta ingeniosa descripción de una erección mediocre: "cinematográficamente, habría sido como un mediometraje de bajo presupuesto de los que ponen en los cines en medio de esas viejas sesiones largas con el fin de completar la programación". También hay comparaciones y metáforas brillantes, y otras que no sé decidir si son deslumbrantes o vergonzosas, originales o topiquísimas, o todo al mismo tiempo: por ejemplo, aquella del tiempo como un "donut retorcido". Pero el conjunto no se sostiene. Menos libre que sus mejores libros de naturaleza daimónica, más plano estilísticamente, apenas divertido, 1Q84 naufraga por completo aunque deje destellos de ese estimable escritor que Murakami puede ser, o fue. A mí se me cae de las manos.