Se sitúa en el París de 1760, cuya descripción resulta delirante. Los olores son nauseabundos y el río aparece infectado por las ratas y los muertos. De ahí sus semejanzas con la novela de Suskind, El perfume, con la que se le ha querido emparejar. Sus descripciones realistas meten al lector en la sociedad del siglo XVIII. En sus formas de vivir, de hacer el amor por las calles, de buscar comida y huir de las enfermedades. La homosexualidad, la prostitución y el libertinaje que aparece desde el título se proyectan aquí sin tapujos. Ya que la sexualidad, en la novela, se vive con dolor.
El estilo de la novela es magistral. A veces tan sobrecargado que produce una sensación parecida a la náusea. El lenguaje detallista, explícito, las largas frases musicales, la profusión de adjetivos, te sumergen en un París delirante. La novela, como el personaje, avanza hacia el río. Una especie de bildungsroman ya que Gaspard, hijo de unos granjeros de Quimpert, y personaje principal, llega a la ciudad y lo primero que hace es buscar ese río que ofrece trabajo, y que divide París en dos mitades.
A medida que avanza, Gaspar va escalando puestos en la sociedad de cualquier manera. No le importa venderse con tal de ir subiendo. Es un trepa de baja estofa. Gaspar mata a su padre sin darse cuenta de lo que hace. Abandona a su madre paralítica para salir de la pocilga en la que vive y rompe con su pasado. A partir de ese momento, empieza un errar por las calles de la ciudad que representa una fuga total de su pasado. Una de las preguntas en la que caben varias explicaciones que nos plantea la novela es la razón por la cual Gaspar se va autolesionando, escarbando una herida en el vientre. ¿Quizá es que el personaje se está dibujando en sí mismo el recorrido del Sena, ese "vientre de París" que da título a una de las novelas de Émile Zola?
En Una educación libertina, encontramos el París de las novelas francesas del XVIII y XIX, e incluso La educación sentimental de Flaubert. Además de las pinturas de Schiele, de Géricault, las fotos de Nebreda, y la obra entera de Proust. Entre líneas, se dibuja el esqueleto del texto, una investigación exhaustiva sobre la ciudad que el autor no conocía antes de publicar la novela y, un sinfín de lecturas literarias y referencias culturales.