Traducción de Santiago Roncagliolo. Papel de Liar. Barcelona, 2011. 174 pp., 15 euros

Joyce Carol Oates (Lockport, N.Y., 1938), sin duda la autora norteamericana más prolífica, ha publicado en España en apenas un mes dos novelas : Una hermosa doncella, y esta Violación: Una historia de amor. El título parece una suerte de oximoron, de antinomia kantiana de tintes próximos al síndrome de Estocolmo. Pero no, desde los primeros compases observamos que nada de esto ocurre. La violación de Teena Maguire un 4 de julio por una cuadrilla de desalmados, cuando regresaba a casa con su hijita Beth de 12 años, marcará amargamente su vida.



Por suerte Beth pudo esconderse sin sufrir daño alguno. Y fue ella quien, cuando todo terminó y su madre se desangraba, salió a pedir ayuda y encontró a Dromoor, un policía que luchó en la Guerra del Golfo. La vida de estas mujeres cambió al decidir atravesar el parque y dejar la seguridad de la calle; fue "apenas un segundo [...] y tu vida ha cambiado para siempre" (p. 11-12). Pero no fue sólo la violación, sino cuanto vino después, "que dura hasta hoy" (p. 59). Porque después vendrá el juicio, en el que un abogado sin escrúpulos responsabilizará a la propia Teena de lo ocurrido. Y Dromoor no dejará a los malhechores sin castigo.



No acostumbro a desvelar los desenlaces de este tipo de obras, pero la singularidad de esta historia tiene que ver con las consecuencias de una violación para terceras personas como el novio con quien Teena planeaba rehacer su vida, con la pequeña comunidad donde vive, con los padres de los violadores, con Dromoor... Aunque la víctima principal es la pequeña Beth: ahora es una mujer casada, y parece ser quien se está contando a sí misma qué ocurrió aquellos desgraciados días, pues sigue sintiendo "que tú habías sido testigo y habías muerto también." (p. 59). Es ella quien nos desvela la "historia de amor" del título: "Pero nunca volverías a sentir la intensidad, la veneración, de tu amor adolescente por John Dromoor. Años después comprenderías: también lo amaba en nombre de mamá. Porque ella no podía amar." (p. 123).