Adaptada al cine por Toledano y Olivier Nakache, la historia reúne todos los elementos que garantizaban un previsible éxito: dolor, pérdidas, marginación, afán de superación, hilaridad. Inmovilizado y con un respirador artificial, Philippe no se resigna a ser una víctima. Aunque alguna vez anhela la muerte, prevalece el deseo de vivir. Philippe relata minuciosamente sus penalidades, reconstruyendo su vida desde el principio. Intocables surge de la fusión de dos libros: El nuevo aliento, que se extiende hasta 1998, y El demonio de la guarda, que continúa la historia hasta 2004, cuando Philippe viaja a Marruecos y conoce a Khadija, su segunda esposa y la evidencia de que nada es imposible, si el carácter y la voluntad consiguen neutralizar los impulsos autodestructivos.
En El nuevo aliento se alternan el lirismo, la ironía y la reflexión. Philippe no escatima las servidumbres de la enfermedad (escaras, dolores incomprensibles, estados alucinatorios), pero prefiere demorarse en revivir su infancia, sus años universitarios, con el Mayo del 68 de fondo, su apasionado idilio con Béatrice y la incorporación al mundo financiero. La experiencia de la tetraplejia le revelará que "encontramos al Otro en el fondo de uno mismo, en tu interioridad, en tu misterio". El demonio de la guarda representa un cambio de registro hacia la comedia. Abdel es un canalla, un timador, un matón despiadado, pero cuidará a Philippe, le protegerá, le hará reír y le ayudará a superar los momentos de ofuscación. Aficionado a los coches deportivos, promiscuo, misógino, hortera, insolidario, Abdel también es leal, ingenioso y vitalista. La extraña pareja circulará por las autovías francesas a velocidades de vértigo, emprenderá negocios estrafalarios y se enredará con distintas mujeres en aventuras disparatadas. Intocables no es un simple testimonio, sino una obra literaria de indudable mérito. Su estilo no es meramente funcional, sino poético, preciso e introspectivo. El infortunio reunirá a Philippe y Abdel, pero su encuentro no acentuará su dolor, sino la esperanza, la risa y la fraternidad. Su peripecia es un poderoso argumento a favor del ser humano, que nos ayuda a olvidar sus dolorosas imperfecciones y a renovar nuestro compromiso con la vida.