Kate Morton. Foto: S. L.

Traducción de Luisa Borovsky

Kate Morton (Berri, South Australia, 1976) ha vuelto a convertirse en número uno en ventas tras la publicación de Las horas perdidas, su tercera novela, lo cual resulta paradójico, pues da al traste con el tópico de que en España "la gente no lee." Alejada del boom de la novela histórica, Morton aplica en Las horas distantes una fórmula más que probada, demostrando sus dotes de alquimista al utilizar la misma retorta donde, en su momento, Dickens, Jane Austen, las Brönte, Kipling, Stevenson, Carroll y Conan Doyle, entre otros, mezclaron sus palabras para lograr novelas que aún nos hacen suspirar o estremecer.



Esta historia trata de épocas y personajes que se cruzan en el tiempo y a través de él. Comienza con un hecho real: el hallazgo de una valija de correos extraviada durante la II Guerra Mundial. En el paquete ha dormido, durante 50 años, una carta escrita por Juniper Blythe para Meredith, la madre de Edith Burchill, editora en edad y circunstancias difíciles, sobre quien recae parte del peso de la trama.



El llanto de su madre al leer la misiva y el azar llevan a Edith hasta la punta de una madeja que tendrá que ir desenredando. Como los anteriores libros de Morton, esta es una novela de mujeres donde los hombres no quedan muy bien parados, saliendo raras veces a la palestra sólo como almohadones de confesionario, víctimas o verdugos.



El descubrimiento hecho por Edith de que su madre tuvo una vida anterior a la suya propia la lleva a traspasar el umbral de otro mundo, donde se encuentra con las hermanas Blythe, tres ancianas prisioneras del pasado en un ruinoso castillo. Allí atesoran historias y secretos que necesitan la dedicación del lector para hallar la salida del enredo.



Literatura dentro de la literatura, método bebido de sus fuentes por la autora, la creación literaria, el amor, el miedo, las convenciones sociales, la amistad, la soledad, el fracaso y el éxito, envueltos en el floreado papel de la Inglaterra victoriana, son los protagonistas de esta nueva entrega. En ella las vidas se intercalan como las voces de los solistas en los orfeones, siendo algunas de una brillantez tal, que el conjunto queda opacado en detrimento de la comprensión.