Félix J. Palma. Foto: R.Y. Lahn

Plaza & Janés. Barcelona, 2012. 744 pp. 21'90 e. Ebook: 13'53 e.

Con El mapa del tiempo (2008), ganadora del premio Ateneo de Sevilla, Félix J. Palma (Sanlúcar de Barrameda, 1968) rendía homenaje a H. G. Wells construyendo una historia fantástica en la que una empresa de "Viajes Temporales" hacía posible trasladarse en el tiempo para conocer el futuro o retroceder al pasado. Ahora el homenaje a Wells perdura en otra historia de ciencia ficción, El mapa del cielo, localizada también en el Londres victoriano y contada con técnicas folletinescas y cinematográficas, en un derroche de imaginación y fantasía, lo cual, en principio, merece una recepción positiva, teniendo en cuenta que la literatura española nunca fue rica en novelas de ciencia ficción.



En El mapa del cielo reaparecen personajes de la novela anterior: Murray, el dueño de "Viajes Temporales", empresa que ofrecía viajar al 2000 y que ahora está cerrada, y H. G. Wells, que vuelve a ser convocado a trasladarse en el tiempo para cambiar la historia del universo. Murray vive, con el nombre del millonario Gilmore, en Estados Unidos, donde intenta conseguir el amor de Emma Harlow, descendiente de una familia cuyas mujeres han ido pasándose un mapa del cielo dibujado por un bisabuelo que hizo soñar al mundo con sus fantasías. Emma promete a Gilmore que se casará con él si logra reproducir la invasión de marcianos contada por Wells en La guerra de los mundos. Para ello Gilmore se traslada a Londres, recupera su identidad como Murray, pide ayuda a Wells para su causa (sin conseguirla) y ambos quedan sorprendidos por una violenta invasión de marcianos en las praderas de Horsell, cerca de Londres, como la relatada en La guerra de los mundos.



Este es el eje vertebrador de una historia fantástica con acumulación de sorpresas y maravillas que se suceden con ritmo trepidante, cambiando de lugar y tiempo en múltiples episodios que van desde la encalladura de un buque norteamericano en la Antártida, con aparición de un extraterrestre que sembró el terror en la tripulación, en 1830, hasta la invasión de marcianos en 1900, con otros desplazamientos temporales entre una y otra fecha. Con todo su arsenal de invenciones El mapa del cielo acaba siendo un canto al amor y al poderío de la ficción, a la capacidad del ser humano para soñar, y también una exaltación del escritor y de la lectura como medios privilegiados en tales empeños. En ello residen sus mejores cualidades, pues dichos afanes representan lo mejor del ser humano.



Mas, aun siendo esto así, hay en El mapa del cielo algunos desaciertos que impiden celebrarla como una buena novela. El primero está en su falta de control de una fabulación desbordada, novelera y peliculera, lo cual resalta ya en su presentación como "Una novela de"…, y con escasa fortuna en embridar el pensamiento. Su prosa, siendo correcta y a veces brillante, resulta en exceso retórica, ampulosa, engolada y abundan los tópicos, como el de "calma tensa" (pág. 106) o "bravo capitán" (págs. 674 y 676); los usos impropios, como el de "dintel" (pág. 475) con el significado de "umbral". Pero lo más desafortunado está en la configuración del narrador con una rancia omnisciencia autorial decimonónica que constantemente opina, comenta, valora y orienta al lector como un pesado guía que lo lleva de la mano prometiéndole sorpresas y emociones, de lo cual tampoco se libra el alternante "Diario de Charles Winslow" incluido en los capítulos 31-36.