Norman Manea. Foto: Toni Garriga
La asimetría de los estados emocionales de los personajes propicia que sintamos esa carencia de asideros experimentados por el emigrante, y la falta de un argumento linealmente desarrollado contribuye a reforzar el desarraigo personal. La distinta situación ofrece cosas buenas, como la libertad encontrada en Estados Unidos, si bien nadie puede borrar el pasado, el haber vivido bajo una dictadura. Se deduce de lo dicho que todos los personajes pertenecen a la élite cultural rumana, y lo duro de su exilio no son las estrecheces económicas sino la necesidad de un punto de reposo mental.
El título, La guarida, poco a poco va cobrando sentido, y se aclara del todo cuando leemos una conversación telefónica entre dos exiliados: "-¿Estás en la guarida? -¿En qué guarida? -Entre las tapas de un libro." (p. 173). La lengua, sea la materna o la adoptada, y los libros, constituyen el mejor refugio, nada fácil de lograr debido a los cortocircuitos producidos por vivir en un ámbito lingüístico extraño, lo que obliga a llevar a cabo cacerías "librescas, buscando la aguja en el pajar [...], una cita antaño conocida [...], la has memorizado en tu propia lengua, la reconoces y no la reconoces en la lengua a la que has migrado." (p. 108).
Se trata de una situación bien conocida por el profesor Agustin Gora, que tras años de exilio en Estados Unidos ve su tranquilidad alterada con la llegada de su compatriota Peter Gaspar, a quien acompaña su ex mujer, Lu. Le llaman para pedirle ayuda, como él había hecho a su llegada al Nuevo Mundo, cuando fue protegido por Cosmin Dima,trasunto de Mir cea Eliade. Gaspar finalmente consigue un puesto de profesor en una pequeña universidad del estado de Nueva York y enseguida comienza a tener complicaciones, como una postal con amenazas de muerte o el asesinato de un erudito rumano, Mihnea Palace, que apunta a que grupos de extrema derecha y la policía de su país podrían andan implicados. La descoordinación de la policía, la CIA, el FBI, no ayuda precisamente a tranquilizar a la comunidad de exiliados. Gora acaba inquietándose por Gaspar, mientras su corazón comienza a fallar.
Poco a poco, el lector percibe que en el fondo del texto no hay suelo firme ni un hilo que lo enhebre todo, sino que la mezcla del ayer, lo presente, las vivencias personales, sociales, se mezclan, y lo que sentimos es la incomodidad de vivir sin red debajo. Quizás el libro resulta fragmentado, difícil de leer, y el exilio de los intelectuales rumanos acabe pareciendo tan elitista como angustioso.