Manuel Gutiérrez Aragón
Tras una extensa labor de cineasta, Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) dio un tardío salto a la novela en 2009 y ahora publica un nuevo título, Gloria mía, cuyo rasgo más notable es la habilidad formal con que se cuenta la deriva de un joven revolucionario. El autor refiere la historia de un tal José Centella mediante una especie de flash back dividido en un buen número de secuencias. La anécdota arranca en el presente. Un peregrino accidente doméstico da con el cuerpo de Centella en el hospital y durante la recuperación le explica su vida a un amigo. El pasado del protagonista aflora desde su dolorido presente través de una rememoración fragmentada y guadianesca.La historia de Centella es una convencional novela de personaje con ecos de la picaresca, pues no otra cosa hace el hombre que dar un sentido a su existencia y justificarla con su prolijo relato. Centella encarna una biografía representativa: el joven con inquietudes que se entrega a la revolución y termina convertido en un turbio negociante. El suceso más llamativo de la trama anecdótica son las andanzas guerrilleras por la selva colombiana. En realidad, se trata de una novela autónoma metida un tanto con calzador dentro de Gloria mía. Su ideación responde a un modelo híbrido de relato aventurero y de folletín popular. En ella se entremezclan acción, peligros, intriga, exotismo, amoríos, traiciones y melodrama.
Se da buena mano Gutiérrez Aragón para las descripciones del imponente paisaje del entorno del río Magdalena y tensa los conflictos sentimentales con verosimilitud aunque también con efectismos populistas. Las banderías entre los guerrilleros y el sectarismo ideológico se presentan, en cambio, con brochazos bastante maniqueos. El reparo mayor que merece esta parte capital del libro es que resulta forzada y poco verosímil, no en sí misma, sino en la trayectoria general del personaje.
De todos modos, este novela pegadiza tiene una gracia y mérito vista como historia independiente que no alcanzan a la actividad empresarial de Centella a su vuelta a España, resuelta con apuntes tópicos. La relativa densidad psicológica del protagonista en sus andanzas colombianas se desvanece hasta dar un tipo humano inmoral nada profundo, construido con trazos esquemáticos. El cinismo requiere un tratamiento literario de mayor hondura que la sola desvergüenza apicarada.
La historia de Centella tiene dimensión individual por su afirmación del sentimiento amoroso limpio, encarnado en el emotivo personaje de una chica, la Gloria del título. A la vez, posee un alcance colectivo por su denuncia de actitudes en las que la seducción del dinero arrasa con la ética y otros valores positivos. En este sentido, la novela apunta también la lección histórica del fracaso generacional implícito en la derrota de antiguos ideales de la promoción surgida en las postrimerías de la dictadura. Todo ello está en Gloria mía, pero sin suficiente densidad. Tengo la impresión de que Gutiérrez Aragón se ha contentado con presentar una peripecia montada con destreza. Cualquiera que haya sido su ambición, no ha ido mucho más allá de una historia amena tejida alrededor de un personaje curioso y de unos sucesos interesantes.