Obras completas, 2
Copi
13 julio, 2012 02:00Copi. Foto: Archivo
Hace un par de años publicó Anagrama la primera entrega de estas Obras Completas de Copi, nombre literario del argentino Raúl Damonte (Buenos Aires, 1939), fallecido en París en 1987, ciudad en la que vivió desde 1962 (buena parte de su obra la escribió en francés). Escritor, actor, dramaturgo de éxito, dibujante habitual de tira cómica en la prensa francesa..., su nombre siempre se ha acompañado de las etiquetas de provocador, inclasificable o explosivo.En este segundo rescate literario de sus textos, tras un brillante y esclarecedor prólogo de Patricio Pron, se incluyen tres obras: la novela El baile de las locas (1978) y dos colecciones de relatos: Las viejas travestis (1978) y Virginia Woolf ataca de nuevo (1984). Homosexual militante con gusto por las performances teatrales de travestido, Copi hizo girar toda su creación acerca de tres asuntos: sexualidad sin tapujos, violencia criminal y escritura. La tarea de escribir, concebida siempre como un desvelo febril, contrarreloj (sesiones de entre tres y quince horas), para satisfacer la insidiosa demanda de sus editores. Así ocurre en El baile de las locas: cuadernos y cuadernos que el protagonista inicia y pierde, comienzos y pasajes de novela que desaparecen y reaparecen mientras, alcoholizado e insomne, convive con travestis hormonados, chaperos, ligues de garito, sauna gay o Museo Vaticano, hippies ibicencos pasados de trips, mascotas que son loba o boa constrictor, ataques de tiburón y agentes de policía, todo ello al filo indiscernible de lo ficticio y lo real.
Con una envidiable agilidad narrativa, Copi desgrana en la novela -en un chispeante nivel de superficie- su obsesión destructiva por el guapo Pietro, entre inverosímiles incendios de cine que aniquilan multitudes, o personajes que de la noche a la mañana se vuelven mujer o pierden una pierna. Promiscuidad, masoquismo, celos, viajes, drogas, estancias en París, Venecia o Ibiza y mucha "boite de loquerío" entre "carrozas masoquistas" apaleados y desvalijados en el más canalla y sórdido de los mundos. La voz "más allá de la moral" de Copi sirve de testimonio de aquella "liberada" izquierda parisina de los setenta, donde todos los males se achacaban a una educación represiva y donde podía frivolizarse incluso con asuntos como la violación o la pederastia (duro final de la novela). Copi escapa de la gravedad de las culpas y castigos sumergiendo sus narraciones en la niebla de la irrealidad, la exageración y la inconsecuencia lógica, en ese lugar donde las cosas han ocurrido, o tal vez no. A fin de cuentas "È stato un sogno" (ha sido un sueño) dirá Pietro al morir, en su despedida de opereta.
Los siete relatos de Las viejas travestis y los siete de Virginia Woolf ataca de nuevo nos sitúan ante piezas explosivas, de gran acabado técnico, donde unos textos absolutamente salvajes y descarnados (tan brutales como su duquesa de Alba con un gigoló tenista) nos hacen desistir de buscar entre líneas algún mensaje o tesis subyacente más allá de sacudir al lector en plena cara, entretener con la peripecia de un príncipe africano encaprichado de dos travestis a las que se lleva a su país de origen, como divinidades, a bordo de un Concorde, o mostrar la arbitrariedad de la justicia o del sistema policial (en el logrado y brutal Los chismorreos de la mujer sentada). En La señora Pignou -personaje que aparecerá en varios relatos- la violencia por la violencia estalla en la paz inicial de una confitería parisina, volviendo la escena una sanguinaria batalla campal entre la pastelera y su hija prostituta. Divertir, provocar, contar sin restricciones, fueron fines en sí mismos para Copi, que, como señaló César Aira, "escribió los comics que no se tomó el trabajo de dibujar".