Luis Landero
La novela de ideas supone un enorme reto. Casi excepcional es lograr el grado de maridaje entre ensayismo e interés narrativo de Thomas Mann en La montaña mágica. La gran dificultad reside en darle auténtica encarnadura novelesca a la problemática propia del pensamiento. Ya en su primer libro, Juegos de la edad tardía, Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948), puso en juego un recurso de plena eficacia para afrontar esa meta: disponer historias fuertemente emocionales y anecdóticamente sugestivas como cobertura de una reflexión filosófica y antropológica.El acierto del escritor extremeño consiste en la invención de peripecias humanas bastante peregrinas en las que acopla con verosimilitud y naturalidad un denso entramado de inquietudes existenciales, o, si se quiere, de una sola ramificada: qué diablos es la vida. Esto mismo hace en Absolución con pericia de narrador en plena madurez del oficio. La claridad de su propósito es tal que no tiene empacho en manifestar con franqueza la perplejidad seminal de la novela: la vida no hay dios que la entienda, según dice una de las numerosas declaraciones explícitas del texto. Asentada esta premisa, todo el material imaginario se pone en danza para confirmar o refutar tal aserto. De ahí la complejidad escondida en el fondo de una historia a la vez jocosa y amarga que en su superficie presenta una amplia nómina de personajes singulares y una generosa porción de curiosas anécdotas.
Absolución relata las andanzas de Lino, un treintañero de muchos oficios acuciado por el síndrome del culo de mal asiento, dicho vulgarmente. La originalidad del autor radica en trascender un tipo semejante hasta convertirlo en persona llena de conflictividad, loca a veces, tierna y desvalida siempre. La tendencia innata de Lino a la huida se demuestra con ingeniosos episodios biográficos que dan pie a la presentación de una galería de personas en la que predominan gentes poco comunes: tipos pirados, excéntricos o raros que encarnan en sus manías también las mismas insidiosas preguntas que se hace él sobre el sentido de la vida. Estos personajes un tanto quijotescos, con un ramalazo estrafalario, en cuya invención Landero es maestro, se completan con otros al borde del pragmatismo corriente. Tal rico repertorio humano garantiza un intrínseco disfrute por sí mismo y la seductora colmena de protagonistas es aliciente bastante para sumergirse en la novela. Porque ni en ésta ni en otras suyas se muestra el autor cicatero.
No se contenta con la excelente invención de Lino, sino que la reduplica con varios tipos de su misma estirpe: el aventurero don Gregory, el agente comercial Gálvez, el granjero Olmedo..., o el hostelero señor Lavín y su fugitiva enamorada Paula. Y todavía nos regala otros personajes más, cercanos a la realidad corriente: el primer amor del joven, su prometida Clara, los padres. En fin, un derroche de figuras humanas, algunas ocasionales, pero tan sugerentes como un fugaz Moisés a quien se le había subido la humildad a la cabeza.
Los personajes sirven para ir trenzando las hebras del bucle de enigmas relacionados con la vida. La novela habla de la realidad ilusoria, del teatro del mundo, de los misterios del corazón, de la suciedad del existir... Y plantea dialécticamente nuestra misma condición. En un extremo tenemos la perspectiva negativa, recogida en la opinión de Olmedo, para quien la historia demuestra "que el hombre está a medio civilizar y que es malo por naturaleza". En el otro, encontramos la esperanza, quizás quimérica pero siempre palpitante, de lograr la felicidad. Entre ambos límites desfilan las múltiples pulsiones del "arte menor de la vida", las cuales revela el propio léxico: sueños, imposibles, felicidad, destino, azar, desdicha, vocación, amor, soledad..., conjunto de vivencias que se resumen en la metafórica palabra clave de esta y de todas las obras de Luis Landero, afán.
Absolución contiene un retablo de penas, ilusiones, ideales, fracasos y efímeros contentos desde la perspectiva cordial del autor, el más cervantino de todos nuestros prosistas recientes. De ello se deriva una excelente novela, divertida y triste, cálida, repleta de seres entrañables, que además se atreve a plantear, con lucidez y humor, con más melancolía que tragedia aparente, el irresoluble arcano de nuestra misteriosa existencia y enigmático destino.