Empar Moliner. Foto: Antonio Moreno

Traducción de Olga García Arrabal. Espasa. Barcelona, 2012. 296 pp, 19'50 e. Ebook: 9'99 e.

Publicada este mismo año en catalán y en castellano, La colaboradora es una novela satírica en la cual se reflejan las dotes de la periodista y escritora catalana Empar Moliner (Barcelona, 1966) para la observación crítica de la realidad y su deformación grotesca por medio de la parodia, la caricatura y el humor. Su protagonista, mujer separada y con una niña de tres años, hace de "negra" escribiendo biografías de famosos en 120 páginas. Y la historia novelada comienza con el encargo de completar la documentación de un libro sobre una mujer del pueblo asesinada durante la guerra civil y enterrada en fosa común en el Penedés. Dicho libro se publicará con el nombre de un hispanista que murió sin acabarlo y el de una periodista famosa. El nombre de Magdalena Rovira, autora en la sombra, solo aparecerá como documentalista.



Con esta percha como elemento estructurante de la novela, Moliner lleva a cabo una revisión crítica durísima de la sociedad catalana de nuestro tiempo, sin dejar títere con cabeza ni entre quienes ocupan altos cargos en las instituciones políticas y culturales, ni entre periodistas y escritores embadurnados de frivolidad e ignorancia. Lo serio es la violencia desatada en la guerra civil. Lo demás es objeto de manipulación en una farsa hilarante que debería mover a risa si no escondiera un fondo de verdad. Pues ni siquiera la mujer protagonista del libro amparado por la Comisión para la Recuperación de la Memoria Histórica fue en verdad una víctima de la guerra, en todo caso fue víctima colateral, pues murió asesinada por el desalmado vigilante de unos viñedos que abusaba de ella sexualmente a cambio de uvas para su niña.



Esta investigación, llevada a cabo por Magdalena Rovira en un presente situado en el siglo XXI, va descubriendo en su transcurso diferentes aspectos de la sociedad catalana en varias épocas, como la lucha de inmigrantes africanos para casarse con españolas con el fin de obtener la nacionalidad, la tergiversación interesada de la memoria histórica en libros y homenajes apoyados por políticos sin escrúpulos hasta llegar a pensar en la mujer asesinada en la guerra como "una García Lorca pero en tía y en catalana y en anónima" (p. 91), la conducta irresponsable de periodistas y escritores asimilados a estrellas del famoseo en programas televisivos de opinadores profesionales o en promociones del libro sin criterios y la visión grotesca de los elementos del sistema cultural y literario, desde la práctica tan extendida de la autoficción hasta los contubernios perpetrados en ferias del libro y en premios literarios, pasando por escandalosas maquinaciones entre editores y agentes literarios.



La colaboradora es una novela disparatada que tiene sus mejores virtudes en su visión sarcástica del mundillo cultural, literario y político catalán (y español, por extensión), con posibles claves que el buen conocedor de la realidad podrá descifrar. Con pocas pinceladas se completa la caracterización de una periodista vanidosa hasta la fatuidad: "Era una mujer de pueblo repintada con una capa de dinero y de vida de ciudad" (p. 272). Otro de sus aciertos constructivos está en el natural desorden temporal de la fragmentaria narración, con frecuentes analepsis y prolepsis, lo que propicia oportunas reflexiones metanarrativas.