Laura Fernández

Seix Barral. Barcelona, 2013. 320 páginas, 18'50 euros

Sabía de Laura Fernández (Tarrasa, 1981) como articulista y la descubrí como narradora hace poco. Fue con motivo de participar en el jurado del premio Cosecha ñ 2012. Quedó finalista con "Hombres Por Correo Lohmann", un cuento inventivo e irónico que acude al futurismo de la fanta ficción para sacar a la luz y enjuiciar signos convencionales del presente. Deduzco que esa intención solapada constituye la fibra de su literatura tras conocer La chica zombi, novela inhabitual con una disparatada historia en apariencia fantástica con alta dosis de creatividad.



El título de un libro nunca es inocente. El atractivo comercial de La chica zombi, con su sugerente ambigüedad y su carga de extrañeza, le hace en este caso un flaco favor a la novela porque incita a fijarse demasiado en una de sus historias, la de la adolescente Erin Francher, que un buen día descubre alarmantes síntomas por los cuales cree que está muerta. No es para menos al constatar el repugnante olor que desprende y los gusanos repulsivos que salen por diversos lugares de un cuerpo que se desmorona. Esta anécdota trazada con el pulso de la buena literatura fantástica, esa que otorga verosimilitud a lo extraordinario, y que al final se reconduce hacia terrenos prosaicos, tal vez sea la más destacada y la que más espacio ocupa en el argumento, pero carece de la importancia que el título le otorga. Ni es la única, ni todo gira en torno a ella sino que forma parte de un mosaico de retratos con el evidente efecto, quizás no tan claro en la intención de la autora, de una novela coral centrada en el día a día de un centro de enseñanza media, el "Robert Mitchum" de la imaginaria ciudad de Elron. Los dieciséisañeros estudiantes se llevan la parte del león y el libro acumula un amplio censo de problemas, crueldades y pulsiones de la adolescencia, con particular insistencia en el sexo. En cierto modo, se trata de un desasosegante relato del conjunto de desazones mentales y fisiológicas de esa edad crucial.También tienen su buen papel el director y profesores del centro. El conjunto de incidentes tienen el sentido de una experiencia cerrada: se encadenan durante un tiempo y se cierran con "El baile de los monstruos", la fiesta escolar de Halloween.



La autora muestra el asunto clásico del desnortamiento de los estudiantes, al que añade una ambientación actual. Con garra, penetración y mucho humor recrea esa vivencia decisiva y traumatizante subrayando la dosis de dolor y furor que anida en la inseguridad adolescente. En cuanto a los profesores, se socorre con algunos tópicos por mor del verismo y mete una hermosísima historia de amor, la del gordo director y la profesora ayudante de lengua; a pesar de sus trazas burlescas, encierra una enternecedora aproximación al desvalimiento humano. Para mí, es mejor que el relato de la joven zombi; lo más hondo, sentido y verdadero del libro.



Pero el quid de La chica zombi está en el tratamiento literario, no en la nómina previsible de asuntos. A Laura Fernández le mueve la ambición de lograr algo actual. La novela tiene en conjunto un aire visual de cómic. Algunos rasgos verbales (altas dosis de escatología: polla, puto, joder, mamada...) conectan con cierto cine y literatura recientes. Pero no se trata de una modernidad impostada. Es el resultado de un estilo propio, producto de una mirada fresca, desinhibida, gamberra y satírica, que, aunque parezca un juego, requiere una reflexión crítica de la vida.