Alexandar Tisma

Traducción de L. F. Garrido y Tihomir Pistelek. Acantilado, 2013. 344 páginas, 25 euros

Ningún título es inocente o casual. El uso del hombre refleja la política del totalitarismo, que reduce lo humano a una contingencia irrelevante, donde se escribe la gramática del poder. Aleksandar Tisma nació y murió en Novi Sad. Tenía dieciocho años cuando el ejército húngaro exterminó a cerca de 14.000 personas. La mayor parte de las víctimas eran judíos, pero también había serbios, gitanos, rusos y húngaros. El régimen colaboracionista del almirante Horthy lanzó una terrible incursión que ha inspirado el ciclo Ramas entrelazadas, donde Tisma aborda el sufrimiento desatado por el nazismo y la posterior dictadura comunista. El uso del hombre recrea la peripecia de un conjunto de personajes que abarcan el mosaico étnico y religioso de una región maltratada por la historia. El hallazgo del diario de Anna Drentvensek, profesora de alemán, actuará como hilo de un drama múltiple, donde se mezclan la política, el amor, la familia y el sexo. No es un recurso original, pero la maestría narrativa de Tisma convierte este viejo procedimiento en una poderosa fuerza que articula la trama de forma creíble y convincente.



No hay hilos sueltos en una novela con infinidad de historias cruzadas. Anna es una profesora particular que despierta admiración y rechazo. Su lengua representa al país de Goethe y Beethoven, pero también al imperialismo teutón, que presupone su superioridad respecto al resto de los pueblos. Entre sus alumnos, se halla Vera Kroner y Sredoje Lazukic, cada uno con unos orígenes familiares distintos. Vera es hija de un comerciante judío y Sredoje de un abogado serbio, ferozmente nacionalista. Separados por la guerra, el azar les reunirá de nuevo, revelando que la experiencia de la deportación o el campo de batalla abren heridas imposibles de cicatrizar. Vera crece en un hogar mixto. Su madre es alemana. No es una mujer refinada, sino una prostituta que se desposó con un judío para huir de la miseria. Los vínculos familiares no sobrevivirán a la necesidad de escoger entre lo ético y la simple supervivencia. Salvo su madre, el resto de la familia será deportada a Auschwitz. Atractiva y sensual, Vera será la única superviviente. Obligada a prostituirse, experimentará una dolorosa escisión entre su cuerpo y su conciencia, que malogrará la posibilidad de una vida afectiva normal. Sredoje no será más afortunado. Oportunista y pusilánime, cambiará de bando según las circunstancias y sólo logrará mantenerse fiel a una pulsión sexual primaria, que le empuja hacia cualquier espacio abierto al amor venal.



La crueldad, la belleza y el sexo desempeñan un papel crucial. Tisma nos cuenta una vez más el infortunio de los judíos, recreando la deportación en vagones de ganado, las infames selecciones y la aniquilación en los crematorios. El heroísmo es una anomalía en un proceso concebido para desmoralizar y deshumanizar. La belleza no está en el ser humano, sino en las ciudades, los bosques y los ríos. Las descripciones de Novi Sad y el Danubio acreditan la excelencia de una prosa que muestra la misma habilidad al reproducir un paisaje o abismarse en el interior del hombre. Tisma no rehúye los tabúes. Por eso, el sexo impregna casi toda la narración. Después de su paso por el burdel de Auschwitz, Vera no será capaz de deslindar el sexo de la dominación, la humillación y el menosprecio. Sredoje acudirá a los brazos de las meretrices para apagar su conciencia mediante la saturación de los sentidos. Robert Kroner, el padre de Vera, es judío, pero no atribuye la mística de la Sangre y el Suelo al carácter alemán, sino al ocaso de la Ilustración. La luz, el equilibrio y la claridad han sido derrotados por la violencia y la esterilidad. Alemania es Goethe, no Hitler.



Pensar que la Shoah pertenece a un pasado irrepetible constituye un trágico error, pues los responsables de esta abominación eran hombres como nosotros, seres humanos que se dejaron seducir por la intolerancia, la ambición de poder o el nihilismo. Tisma no es optimista. El diario de Anna arde y se convierte en cenizas. Las fosas de Srebrenica aún están demasiado cerca para creer que Europa se ha liberado de sus demonios.