Image: Un amigo en la ciudad

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Novela

Un amigo en la ciudad

Juan Aparicio Belmonte

12 abril, 2013 02:00

Juan Aparicio Belmonte. Foto: Archivo del autor

Siruela. Madrid, 2013. 171 pp., 16'95. Ebook: 8'45 e.


Juan Aparicio Belmonte (Londres, 1971) es un escritor con inventiva, que trata siempre de no caer en lo previsible y adocenado. En Un amigo en la ciudad se cuenta una historia trivial: la de una pareja de jóvenes, Andrés y Gretchen, que se casan, tienen una hija y, tras una serie de peripecias, se distancian cada vez más y acaban por separarse. Resumido así, el asunto no parece muy estimulante. Pero es que la historia no está contada de este modo. Como Andrés explica a su cuñado el psiquiatra, un extraño sujeto ha entrado en su vida y le hace tener visiones mezcladas del pasado y del futuro, asegurándole que "las palabras son un lastre para el pensamiento" y que "los videojuegos son [...] muy superiores a las novelas y no sólo como entretenimiento, sino como forma de transmitir conocimiento", ya que "las palabras construyen un relato de los hechos artificioso" (p. 120). Y en otro momento: "Saqué una novela de la estantería: página uno, página dos, página tres, una narración lineal, un orden falso, una mentira en la que toda la humanidad creía" (p. 148). El relato "artificioso" es el que habitualmente se presenta de manera lineal, puesto que la sintaxis ordena las palabras de ese modo. Las alucinaciones de Andrés -disparatadas, si se quiere, pero coherentes en un sujeto como él, aficionado a la lectura de relatos de ciencia ficción, como don Quijote lo era de libros de caballerías- le obligan a construir la narración saltándose las normas y teniendo presentes, alternativamente, momentos de su infancia, de su vejez, de su vida con Gretchen y de su existencia como melancólico ex marido que sueña con volver a sus orígenes. El planteamiento, con ribetes paródicos y constantes dosis de humor, permite fragmentar la historia, descomponerla en estratos temporales, yuxtaponerlos luego llevando al personaje, de acuerdo con sus alternantes delirios, de una época a otra y evitando así el esquema del relato lineal -y su posible artificiosidad, por tanto-, que con este método constructivo se desarrolla entre un comienzo apacible situado en la senilidad y un final correspondiente a la juventud más fogosa e ilusionada. Lo importante es haber hallado en la historia el pretexto que justifica la forma peculiar de la novela. La forma del relato, y no las sustancias de contenido, es donde reside lo más valioso de la obra.

De manera irónica, las regresiones alucinatorias de Andrés son interpretadas por el psiquiatra como un deseo infantil de fuga, un intento de rehuir las responsabilidades de la vida adulta y volver a la existencia uterina, donde sólo se disfruta de cuidados y se tiene toda la protección necesaria. Y rizando el rizo, un Andrés ya separado y taciturno se encuentra con un antiguo compañero de mocedad, que se ha convertido en escritor y se llama… Juan Aparicio Belmonte, el cual, al conocer el caso de Andrés, da a entender la posibilidad de aprovecharlo para escribir una novela, dándole "una aureola simbólica a toda la historia" (p. 165), convirtiéndola en ficción y ofreciéndole nuevas interpretaciones posibles de ella. Este encuentro final de personaje y creador, de raíz unamuniana, despliega un abanico de lecturas que dan complejidad a una novela en la que muchas peripecias, incluso dramáticas -como la muerte de la madre-, reciben un tratamiento grotesco y subrayan la vertiente humorística de la narración. No es fácil conjugar actitudes tan dispares, y hay que reconocer que Aparicio Belmonte lo ha hecho con gran habilidad. Lo trivial de la historia le pasará factura a Un amigo en la ciudad. La originalidad de sus visiones y la organizada fragmentación del relato subsistirán en la memoria de los lectores más exigentes, aquellos que suelen buscar en la literatura, además de un entretenimiento, el placer de los hallazgos intelectuales.