Traducción por Celia Filipetto. Lumen, 2013. 244 pp. 24'90 e.



Las novelas actuales presentan el ambiente vivido en la niñez y en la juventud como modelador de la identidad humana, en lugar de considerarla fija e innata. Elena Ferrante, seudónimo que oculta a una mujer o quizás a un hombre, bosqueja, en esta primera entrega de una trilogía, un trasfondo urbano, un barrio de Nápoles, con su vida comercial y laboral, y un ámbito humano compuesto por diversas familias entre las que crecen las protagonistas, Elena y Lila, a las que seguiremos hasta la adolescencia. La autora manifiesta verdadero talento para tejer el ambiente y los personajes en un argumento complejo. Sabe sincronizar los temperamentos con las acciones de una manera sutil, parecida a la de un director de orquesta, evitando que se desdibujen los personajes secundarios o sus circunstancias vitales. Sus tres novelas anteriores poseen también esa riqueza descriptiva de los modos de sentir en el pasado reciente, gracias a un toque delicado, contenido, bien diferente del que experimentamos a diario, donde los intercambios rebosan de banalidad.



El tema central que se repite constantemente es la amistad, emoción humana que siempre resulta fascinante. Ese intercambio habido entre personas de una misma manera de sentir, la fragilidad del afecto personal lo experimentamos a través de Elena y Lila. Ferrante ofrece un rico filtrado de vida provinciana, donde la política de entonces, tan presente en el neorealismo italiano, no aparece. La acción transcurre en un barrio marginal de Nápoles. Los personajes pertenecen a la clase trabajadora y han nacido hacia 1945, o sea que en el presente textual rozan los 65 años.



La obra comienza cuando el hijo de Lila llama a Elena para decirle que su madre ha desaparecido. Ésta comienza entonces a redactar la vida de ambas y de sus amigos durante la niñez. Recuerda los detalles de aquella época, las enfermedades comunes y, sobre todo, la pobreza. El barrio subsistía a base de una economía primitiva, que con el tiempo veremos mejorar; el mundo en blanco y negro se llena de color, con vestidos estampados y pieles tostadas por el sol.



Conocemos a los chicos del barrio asistiendo a la escuela primaria, aunque enseguida los mejores estudiantes se separan para seguir el bachillerato mientras el resto tomará el oficio de los padres. Seguirán, no obstante, unidos por la amistad, aunque las palpables diferencias en la manera de hablar, sólo dialecto, o dialecto e italiano, los irá diferenciando. También las niñas como Elena que salen del barrio para estudiar y conocerán el mar, la playa y sus ricas zonas comerciales.



El foco narrativo regresa sin cesar a Lila y Elena, a sus relaciones, que a pesar de puntuales distanciamientos, estan tejidas por ese hilo de oro de la amistad. Una y otra se estimulan a aprender, a experimentar. Cuando Elena aprende griego en el instituto, Lila, que se negó a seguir los estudios, compra una gramática griega y la estudia. Cuando ambas comienzan a tener relaciones sexuales, Elena, que ha permitido las aproximaciones de Antonio, se pregunta sobre la relación de Lila con Stefano... Jamás aparecen los sentimientos que agostan las relaciones de amistad.