Kirmen Uribe. Foto: Patxi Corral

Seix Barral. Barcelona, 2013. 233 pp. 19 e. Ebook: 19'49 e.



Un buen número de autores españoles nuevos andan en el necesario empeño de dar respuestas a la presunta crisis del género. El fragmentarismo y el descrédito del argumento vienen siendo dos pivotes del movimiento renovador. En este contexto se insertan los propósitos de Kirmen Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970) y de ellos sale la peculiar estética de Lo que mueve el mundo. Nos hallamos ante una novela que rompe, de entrada, la frontera entre realidad y ficción mediante un doble procedimiento. Por una parte, el narrador es alguien que lleva a cabo una investigación acerca de los sucesos referidos en el libro y ese relator en primera persona tiene toda la pinta de tratarse del mismo autor. Por otra parte, y según se ve en el apartado final de agradecimientos, se utilizan materiales bibliográficos que sustentan buena parte de la sustancia anecdótica. Con todo ello, tenemos una obra narrativa que conjuga verdad e invención, que tiene algo de reportaje histórico-periodístico a la vez que posee las cualidades de lo novelesco.



Lo que mueve el mundo tiene una composición fragmentaria que presenta en segmentos narrativos más bien breves una historia que arranca del bombardeo de Guernika y del traslado de millares de niños vascos fuera de su patria para evitarles los peligros de la guerra. Reunidas las piezas del puzle, hallamos el relato que el autor escribe en ofrenda a un amigo muerto con la vida de una niña exilada y de quienes la acogieron en Bélgica. Dentro de esta situación, destaca la trágica historia del escritor y activista contra los nazis Robert Mussche. En una novela convencional, Mussche tendría el relieve de protagonista con caracteres bien marcados. Otro muy distinto es el proceder de Uribe. Como los artistas de la modernísima cocina, deconstruye la peripecia y la deja en ingredientes atomizados. Algo similar hace con los personajes. A mi parecer, Uribe desaprovecha la potencialidad de una gran historia, sentida además con verdadera intensidad, por culpa de la técnica narrativa.



Lo que mueve el mundo contiene una materia humana muy atractiva. Poco a poco, va hablando de asuntos morales y emocionales, de la amistad, de la abnegación y el heroísmo silencioso, del amor... Es lo más valioso del libro porque aquí la forma sirve para mostrar los motivos en un estado de creativa simplicidad. Pero el gran hándicap está en la perspectiva del autor, el cual desbarata con frecuencia la verosimilitud del relato al meterse en la conciencia de los personajes. El narrador externo no puede saber lo que "piensa Robert", pero lo hace de continuo. Uribe tiene un buen mundo novelesco, pero me resulta insatisfactorio el modo de abordarlo.