Como en sus otras obras, Herrera lleva al lector donde quiere y como quiere, por lo que cuenta y por el modo de contarlo: musicalidad apabullante y una prosa con ritmo y gracia, repleta de coloquialismos, algo que lo asemeja a sus compatriotas Sada o Élmer Mendoza. El Alfaqueque, como el mítico "Zurdo" de Mendoza, exhibirá también humanidad y un código de honor entre corruptos y maleantes. Su don, saber "ajustar el verbo". Desde la lucidez y el sentido del humor de quien está muy de vuelta, cuenta una tragedia nacional donde se agotan los "tapabocas" (mascarillas), en un trasfondo de secuestros, malentendidos entre capos, niños bien (o "chamacos bienfamiliados"), locales de alterne, fallecidos extraviados (transmigrados), brutalidad policial y militar, corruptos de la política o la judicatura. Las escenas eróticas con La Tres Veces rubia merecerían reseña aparte.También La ingobernable, la Muñe o Vicky. Herrera saca chispa a lo cotidiano, pero habla muy en serio de la vida: como en ese accidente de automóvil donde El Ñan pierde a un hermano y el lector se sobrecoge, o ese otro padre que, ante la tragedia, "iba envejeciendo conforme la noticia le ocupaba el cuerpo".
La transmigración de los cuerpos
Yuri Herrera
26 abril, 2013 02:00Como en sus otras obras, Herrera lleva al lector donde quiere y como quiere, por lo que cuenta y por el modo de contarlo: musicalidad apabullante y una prosa con ritmo y gracia, repleta de coloquialismos, algo que lo asemeja a sus compatriotas Sada o Élmer Mendoza. El Alfaqueque, como el mítico "Zurdo" de Mendoza, exhibirá también humanidad y un código de honor entre corruptos y maleantes. Su don, saber "ajustar el verbo". Desde la lucidez y el sentido del humor de quien está muy de vuelta, cuenta una tragedia nacional donde se agotan los "tapabocas" (mascarillas), en un trasfondo de secuestros, malentendidos entre capos, niños bien (o "chamacos bienfamiliados"), locales de alterne, fallecidos extraviados (transmigrados), brutalidad policial y militar, corruptos de la política o la judicatura. Las escenas eróticas con La Tres Veces rubia merecerían reseña aparte.También La ingobernable, la Muñe o Vicky. Herrera saca chispa a lo cotidiano, pero habla muy en serio de la vida: como en ese accidente de automóvil donde El Ñan pierde a un hermano y el lector se sobrecoge, o ese otro padre que, ante la tragedia, "iba envejeciendo conforme la noticia le ocupaba el cuerpo".