Traducción de Lidia Álvarez Grifoll. Ediciones Cómplices, 233 pp. 19'90 e.



A los rusos les gustan los abedules es la primera novela de Olga Grjasnowa, una joven escritora que, sin haber cumplido los treinta años, ha vivido en Polonia, Rusia, Israel, se ha graduado en el Instituto de Literatura Alemanda de Leipzig y estudia danza en la Universidad Libre de Berlín. Esta primera obra ganó el año pasado los premios Klaus Michael Kuehne y Anna Seghers.



A pesar de la edad de Grjasnowa, y de ser su primera novela, A los rusos... dejará al lector boquiabierto. Primero, por el personaje principal y narrador, la joven Mascha, cuya vida ha estado marcada por las vivencias dentro de una familia judía, que ha debido huir en varias ocasiones del país salvándose de una muerte casi segura. De niña, Mascha fue testigo de los persecuciones a los armenios antes de acabar viviendo en Alemania. Segundo, porque retrata desde dentro el universo de los descendientes de familias de emigrantes nacidos en Alemania y con la nacionalidad europea y a quienes, sin embargo, la sociedad occidental no les deja integrarse. Masha tiene un novio que muere en un hospital por una herida mal curada y ante su desesperación, huye a Israel sin otro propósito que el de encontrar un sentido a su vida.



Mujer con una solida formación de intérprete, Masha maneja el ruso, el alemán, el francés y el árabe pero, aunque es judía, no habla el hebreo. A lo largo de la novela, se va encontrando con otros personajes jóvenes como ella, cosmopolitas también, con altos estudios y que ofrecen la imagen de una generación, entre 20 y 30 años, que debe adaptarse a normas sociales arcaicas mientras manejan facebook, viajan y se adaptan a cualquier circunstancia: "O sigo llevando ese vestido y me lapidan por puta, o me pongo algo más largo encima. Pero entonces pareceré una colona judía, y me lapidarán" le cuenta Masha a Ismael. Con una visión profunda del momento que le ha tocado vivir, Grjasnowa ha escrito una novela inteligente y sobrecogedora sobre esta generación actual que debe enfrentarse a los conflictos religiosos, de patria, de idioma, levantados por las generaciones anteriores. Una sociedad joven, multicultural, que ha crecido con la idea de globalización, de la cual acaban siendo las verdaderas víctimas.