Álvaro Pombo. Foto: Jordi Soteras
En este marco genérico se destilan dilemas más específicos: la renuncia al mundo por la entrega confesional al Señor, la coexistencia de lo sagrado y lo profano, las posibilidades de una estricta vida interior, el egoísmo y narcisismo del retiro espiritual (un vivir como rentistas solteros, anestesiados por el rutinario cumplimiento de las reglas, "sin mujeres, sin hijos, sin hipotecas"), el pombiano tema de la bondad natural e inconsciente o el sentido de la literatura.
Estos contenidos tienen el esperable tratamiento especulativo habitual de Pombo con un decir que oscila entre la reflexión de fraseo filosófico y el jugueteo conceptual y verbal que se complace en la paradoja y le da la vuelta al lugar común. A todo ello sirve de base un argumento sin grandes expectativas anecdóticas porque al autor le importan en escasa medida y se limita a aprovecharlas como aliciente del relato. La trama se resume en la convulsión que el suicido de uno de los seis frailes provoca en sus compañeros y en el aprovechamiento malintencionado del suceso por un anticlerical provinciano. Apuntes dispersos sobre el pasado sesentayochista de los frailes de más edad añaden a la trama una leve pátina histórica, pero la novela margina a propósito la ganga sociológica para ocuparse de la vertiente intimista de los personajes.
La problemática religiosa centrada en la fe cristiana no ha de ser obstáculo para un lector a quien tal preocupación le resulte indiferente porque otras vertientes alcanzan bastante interés. Por un lado, la sustancia de los seres humanos y el valor significante o trivial de nuestra existencia. Por otra, el sentido de la vida y de la muerte. En fin, y sobre todo, la aventura interior de unos personajes que se juegan su vida en un forcejeo mental a la postre trágico. Pero que Pombo, enemigo del patetismo dostoieskiano, anima con ocurrencias un tanto gamberras y cuenta a través de una historia culta, divertida, irónica y sutil.