Luisgé Martín. Foto: Germán Gómez

Anagrama. Barcelona, 2013. 136 pp. 13'90 e. Ebook: 10'99 e.



Las grandes catástrofes ofrecen ocasiones propicias para desaparecer a quienes quieren cambiar radicalmente de vida, haciéndose pasar por muertos y adoptando nuevas identidades en busca de una segunda oportunidad en la cual intentar superar la esencial insatisfacción humana, conflicto existencial que puede ensombrecer la encrucijada de las personas al borde de los cuarenta años. Esto es lo que le ocurre al protagonista de la última novela de Luisgé Martín (Madrid, 1962), autor de dos libros de cuentos y media docena de novelas, incluyendo esta que aquí se comenta.



La misma ciudad es una espléndida novela corta protagonizada por un abogado neoyorquino que lleva una vida acomodada tanto en su trabajo en un bufete jurídico con sede en una de las Torres Gemelas, como en su convencional familia, compuesta por su querida esposa y el amado hijo de ambos. Pero el 10 de septiembre de 2001, al regresar a su apartamento en Manhattan, algo más tarde de lo habitual, Brandon Moy se cruza con un amigo de juventud con el que había compartido sueños e ilusiones de una vida plena de aventura y felicidad. Dicho encuentro cambia su existencia. Porque, a pesar del éxito en la vida laboral y familiar, Brandon Moy siente que no ha hecho nada de lo que había imaginado, al contrario de la libertad y aventuras que supone que ha vivido su amigo Albert Fergus.



Al día siguiente, cuando el protagonista se dirigía a su despacho en la Torre Norte, se produce el atentado con los aviones de Al Qaeda que siembran el caos, el horror y la muerte en el World Trade Center. En esta situación Brandon Moy decide hacerse pasar por muerto y desaparecer en busca de una nueva vida que lo llevará de Nueva York a Boston y Madrid, pasando por varias naciones de Hispanoamérica y algunas ciudades de Italia. En tan azaroso itinerario el protagonista, convertido en Albert Tracy, lleva una vida libre al borde del abismo, con experiencias de sexo, alcohol y drogas, en diferentes ciudades y en compañía de distintas mujeres, e incluso alcanza el éxito como profesor y autor de poemas visionarios elogiados por la crítica. Hasta que, desengañado tras tantos naufragios en busca de la imposible felicidad, decide poner final a este asendereado encuentro consigo mismo.



Como vemos, más allá del discutible acierto en este o aquel episodio, la novela constituye un afortunado desarrollo narrativo del célebre poema de Cavafis titulado "La ciudad", reproducido en las primeras páginas de la segunda mitad (pág. 79) y convertido en leitmotiv recurrente que une y da sentido existencial a la variada peripecia del protagonista, además de representar un elogio a la literatura como intuición y fundamento de la vida. No en vano el narrador testigo descubre su condición de escritor y, aunque anónimo, cita dos novelas suyas cuyos títulos coinciden con las dos últimas del autor real. Y justifica bien la verosimilitud de su narración en primera persona de la historia protagonizada por otro, pues ambos compartieron confidencias en sus encuentros en México y en Madrid, donde Moy le confesó la impostura de Albert Tracy y su pasado. De modo que La misma ciudad se plantea y desarrolla como una novela psicológica y existencialista nacida de la compleja síntesis de vida y literatura, a partir de una sempiterna encrucijada existencial iluminada por el casi homónimo poema de Cavafis que habla de la imposibilidad de "otras tierras", en "una ciudad mejor", porque "Esta ciudad irá donde tú vayas. / Recorrerás las mismas calles siempre. En el mismo / arrabal te harás viejo. Irás encaneciendo / en idéntica casa".