La acción la desencadena un pendrive hallado en el coche de Chon (la anfitriona) que contiene fragmentos de archivos en los que Marta, una de ellas, se recrea en asuntos que conciernen a sus relaciones con los hombres de su vida, y con los maridos de sus amigas (Chon y Gracia). Esos fragmentos se intercalan con la presentación fragmentada de cada una de las cuatro mujeres incidiendo en sus respectivas situaciones personales, de forma que la información parcial se subordina al motivo global, que no es "de qué hablan las mujeres cuando hablan de sexo", sino mostrar cuatro ejemplos tipificados de las mentalidades que, en materia de relaciones de pareja, encarnan las cuatro protagonistas. Porque la cuarta, Almudena, no es una de estas tres "pijas cuarentonas", es más joven y se gana la vida vendiendo juguetes sexuales a domicilio.
Ellas ocupan el primer plano de la narración, y al fondo, y siempre desde el punto de vista de las mujeres, vamos descubriendo a los hombres, también tipificados. Chon es quien idea el encuentro en su casa para sacar toda la rabia que lleva dentro después de leer el pendrive; Marta, promiscua y autoritaria, decide la acción que deben interpretar las demás; Gracia, insegura y abnegada, soporta las humillaciones de su marido. Así, sin profundizar en exceso ni caer en lo obvio, asistimos a una trama en la que conviven aciertos con situaciones forzadas y un final abrupto. Bien urdida y bien narrada. Y sí: también trata de sexo, mentiras y cintas de vídeo.