Marta Rivera de la Cruz. Foto: Begoña Rivas
Desde que, en 1998, Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) obtuvo el Premio Ateneo Joven de Sevilla con la novela Que veinte años no es nada, su actividad narrativa no admite tregua: El inventor de historias, En tiempo de prodigios, La importancia de las cosas, componen buena parte de un haber que consolida la presencia de la autora en estas lides. Sabedora de cuáles son sus mejores armas las despliega en su último relato, La boda de Kate, un cuento encantador en el que se dan cita una imaginación desbocada para enhebrar situaciones insólitas -tejidas entre una comunidad de personajes activadores de una acción que invita a ser leída-, la habilidad para crear ambientes donde es fácil acomodar cualquier estado de ánimo, y un argumento vital y reparador, que deja fuera de escena la gravedad de las relaciones humanas. Así encara, sin disimulado optimismo, lo que necesita el lector que en ella se refugie: que la lectura resulte un espacio de encuentro confortable donde instalarse para ver cómo, sobre la buena de Kate Salomon, caen, una tras otra, todas las sorpresas del destino.Esta boda inesperada constituye, sin duda, la acción principal, el eje argumental y el nudo estructural. El libro arranca con el incidente que marca la mañana de su 71 cumpleaños: a la casa que comparte con dos ancianas, con las que forma un pintoresco trío, llega un ramo de flores y ¡la impensable propuesta de matrimonio de Foster Smith!, un profesor jubilado que ha rastreado los pasos de Kate hasta ese rincón del mundo llamado Ribanova (de nuevo vuelve a él la autora), para, por tercera vez, desde que se conocieran en su juventud londinense, pedirle que se case con él. Esto pone patas arriba su rutina vital y la de todos los ribanovenses. Un mes duran los preparativos y no dejan de suceder cosas: llega el editor de las obras de su tío (un escritor fallecido de quien Kate heredó los derechos de autor al adquirir inesperada fama), con idea de "perpetrar un fraude con todas las de la ley"; llega una de las hijas de su hermano y "su detestable cuñada", con la misión de impedir la boda, y llega el hijo de Foster, biógrafo del escritor, que rastrea curiosas coincidencias entre este y Truman Capote... En fin, la intensidad marca el tiempo de un relato que prescinde de la división en capítulos, y va y viene repasando el currículo sentimental de Kate, su historial familiar, y las razones que le llevaron a abandonar Londres 15 años atrás. Así hasta este final que, aunque sabido, no resta interés al sabroso encuentro que propicia la 'boda de Kate'.