Ángeles González-Sinde
El debut en la novela de la ex ministra y guionista Ángeles González-Sinde (Madrid 1965), no por esperado y premiado, despeja en el lector una nebulosa de interrogantes y dudas sobre el estilo, el ritmo y el tipo de escritura que la antigua titular de Cultura quiere desarrollar para consagrarse en el género.Por una parte, El buen hijo se puede inscribir en esa mal llamada "literatura de lo cotidiano" que pone el objetivo en seres grises de la clase media. Por otra, Sinde aborda la psicología de un adulto bonachón, enamoradizo e incapaz de abandonar el regazo materno y de enfrentarse a los pequeños retos de la existencia. Casi que como en un boceto de comedia española insulsa, la escritora tira de tópicos, de un humor cuestionable y de una propensión excesiva al estereotipo que acaba por generar una temperatura de previsibilidad en el lector.Todo bajo una prosa sencilla que roza lo plano, y que al lector habituado le genera el interrogante de a cuento de qué viene tanta pobreza expresiva en esta especie de Manolito Gafotas que roza la cuarentena.
El protagonista, un tal Vicente, se enamora de la asistenta doméstica y ahí reside todo el meollo de una trama que relata en primera persona mientras va confesando sus peculiares demonios y la vida le da la espalda por indeciso. El resto de la novela alude a temas transversales (un pasado comunista familiar, la propia noción de la muerte) que deberían haber sido explorados con mayor intensidad. Sin embargo, a pesar del carácter edulcorado de El buen hijo, se pueden encontrar en el libro algunas reflexiones interesantes y optimistas sobre la madurez o el amor.
Literatura sin pretensiones pero con final feliz que, ante la que cae afuera, se agradece sobremanera.