Jorge Volpi. Foto: Iñaki Andrés
La nueva novela de Jorge Volpi (México, 1968), este Memorial del engaño de título marmóreo como monolito washingtoniano, intenta explicar la crisis financiera que estalló en 2008 mostrando de forma accesible lo ocurrido; después, establece un hilo conductor que sitúe esa fecha en la historia de los Estados Unidos, del siglo XX y hasta del capitalismo; y sobre todo, Volpi intenta construir una voz narrativa convincentemente amoral, cínica, eichmanniana. No todo sale igual de bien.Supuestamente, el lector tiene en sus manos las memorias reales de un financiero a la Madoff, un tal J. Volpi, prófugo de la justicia desde que en 2008 se descubrieron sus prácticas delictivas. Desde la isla que le sirve de refugio, Volpi envió este manuscrito al agente literario A.W., y ahora se publica con su título inglés consignado en los créditos (Deceit), con un traductor mencionado oportunamente (Gustavo Izquierdo), y con la biografía de Volpi (el financiero) en las solapas. La estrategia ("Volpi soy yo", parece decir el novelista, "y si soy yo, es que somos nosotros; o al menos, de eso intentará convencernos mi protagonista") es obvia y socorrida, pero no carece de atractivo en su ambigüedad moral, tan contemporánea.
En esas memorias, J. Volpi desgrana sus matrimonios y relaciones homosexuales, su imperturbable capacidad para el cinismo financiero y, a modo de lección de historia, los pasos que condujeron inexorablemente a la quiebra de Lehman Brothers. Además, y esto es lo más interesante, expone una investigación exhaustiva acerca de su padre, Noah Volpi, alto funcionario cercano a Harry Dexter White y parte activa en la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en Bretton Woods. ¡Ah! Y posible espía comunista. Así, la encarnación moderna del capitalismo aparece como una flor corrupta, hijastra de ideales contradictorios y mentiras azuzadas por el miedo. Aquí hay mucho campo para que la novela corra.
Y aunque sea recurriendo a recursos más noveleros que novelescos, Memorial del engaño corre y se lee con agilidad; pierde fuelle cuando la intriga agota la pólvora, pero su eficacia como entretenimiento es bastante defendible. Lo mismo como pieza didáctica: un lector informado no encontrará nada nuevo acerca de hedgefunds, swaps, burbujas inmobiliarias, casquivanos fiscales neoyorquinos o Lord Keynes, pero todo ello está bien documentado y puesto en escena de forma literariamente gruesa (esas situaciones un poco parvularias diseñadas por el autor para que sus personajes puedan explicarlo todo muy claro) pero eficaz.
Hasta aquí, vale. Pero la voz narrativa, verdadera clave de bóveda de una novela como esta, no resulta igual de convincente: para empezar, el cinismo de J. Volpi (personaje) es un contraejemplo real pero toscamente perfilado de la perspectiva político-moral de Jorge Volpi (autor); que sostiene, por cierto, un discurso muy consensuado entre sus potenciales lectores sobre Wall Street y el neoliberalismo (y con "consensuado" no digo "equivocado" ni "deshonesto"; lo que señalo es que no pone en circulación nada impredecible o iluminador). Y hay buenas razones para atribuir las mayores torpezas del libro a una voluntad consciente de recrear el estilo, las capacidades narrativas y las estrategias exculpatorias de un financiero un poco engolado y francamente falsario, pero eso no evita la sensación de que hay páginas demasiado relamidas y clichés invocados con excesiva recurrencia en Memorial del engaño.
Volpi aspira, sin duda, a escribir un gran libro sobre la amoralidad de un arquitecto del Mal, pero su ficticio J. Volpi no repugna, miente, traiciona ni ejemplifica tan memorablemente como lo hacía el no-ficticio, y reptiliano, Albert Speer (otro arquitecto del Mal, este nazi) en sus Memorias (Acantilado). Y por buscar una comparación menos alambicada o polémica antes de que alguien invoque la Ley de Godwin, el año pasado leíamos Los privilegios de Jonathan Dee (Anagrama), una novela que, mediante una tercera persona aparentemente menos audaz que la primera persona escogida por Volpi, llegaba mucho más lejos en el retrato del cinismo contemporáneo y sus excrecencias. Así, Memorial del engaño resulta fallida en su reto esencial: el literario.