Rafael Balanzá. Foto: Siruela
A pesar de contar ya con un libro de cuentos y un par de novelas, nada conocía del alicantino Rafael Balanzá (1969) hasta el grato descubrimiento de Recado de un muerto. Se trata de una novela criminal que muestra un buen oficio, destreza en el desarrollo del argumento y pulcritud en su estilo sencillo y expresivo. Sobre este planteamiento serio de la escritura, alejado del amateurismo tan habitual hoy, se sostiene una suspicaz mirada acerca del mundo.Balanzá pertenece a la clase de narradores que creen que una novela ha de contar una historia interesante. La suya lo es, dentro de la modalidad del relato criminal, en el que se desenvuelve con solvencia, sin buscar innovaciones deslumbrantes, aunque también con la suficiente alerta como para evitar la rutina. Corrobora ese cuidado el que diluya la anécdota en una atmósfera desvaída, la que envuelve a alguien que cuenta, en un hospital, en la "hora extraña" entre la vida y la muerte, rodeado de fantasmales presencias a quienes se dirige.
Este marco es la aportación inventiva a un relato que se mueve dentro de un realismo tradicional muy apegado a la actualidad y con bastante carga de testimonio inmediato. La crisis económica, la inseguridad laboral y los turbios negocios de la droga están en el libro. También acota un espacio preciso: una localidad de la costa levantina en el paralelo geográfico de su tierra natal. En este ámbito y en el corto espacio de tiempo que va de un viernes a un lunes, se desarrolla una trama de delincuencia con varios crímenes, con infidelidades y diversas sospechas. El argumento se sostiene en una anécdota original en su planteamiento, bien pensada y resuelta con claridad después de jugar con acierto un suspense basado sobre todo en equívocos anecdóticos y en deslealtades humanas. Las descripciones escuetas tienen fuerza visual. La narración alcanza emocionante intensidad en algún episodio (la muerte del matón de un prostíbulo, la tensa escena de desavenencias familiares).
Rafael Balanzá no disimula la importancia de semejante trama, cercana a la narrativa popular de aventuras en su variante negra. Sin embargo, el aliciente de los sucesos funciona como sostén de otros propósitos. Uno consiste en una indagación psicologista que se asoma a la etiología del mal, la alevosía, el engaño y la ruindad; que explora el miedo y las dañinas contradicciones personales. Otro explaya una interrogación acerca del sentido de la vida. El narrador abarca el conjunto de su experiencia desde su presente traumático y proyecta en él conjeturas sobre el destino con cierto alcance filosófico. Hay distintos modos de andar por el mundo, le dirá pedagógicamente a su sobrino. Se puede tirar la vida a la basura, como ha hecho él. Se puede aceptar una vida vulgar y sin emoción, o dejarse uno deslumbrar por cosas insignificantes. Pero también -y es el didáctico consejo que da al niño- hay gente que se la juega "por algo que vale la pena de verdad. Y a mí me gustaría que tú fueras de esos".
El desenlace de Recuerdo de un muerto supone resignación senequista ante el fracaso, pero no implica un mensaje cerrado. Balanzá incita al lector a hacer su propia apuesta. Es el gran objetivo disimulado por una novela modesta solo en apariencia y que se lee con gusto en un par de sentadas.