KRK. Oviedo, 2013. 448 páginas, 24'95 e.

En el subconsciente de todos persiste un estío en el que nos dimos a la idea absoluta del amor a la sombra de una palmera. La plenitud del amor platónico puede desaparecer como una enfermedad de la mocedad o bien puede persistir hasta enquistarse en las habitaciones más recónditas del alma. Sobre el modo en que el concepto totalizador del primer amor configura nuestro "arte de amar" habla la escritora asturiana Cuca Alonso en El hombre de Verín. Su novela es la manifestación lírica de un anhelo de ese hombre apócrifo e imaginado bajo las estrellas de Orense, cuando la falacia del deseo vence a la grisura de lo real. El argumento se centra en una mujer inconformista, Ana, y en cómo los fracasos amorosos acercan su existencia, finalmente, al único ser que la comprendió en plenitud. Sobre estos hechos, la autora usa el recurso de una confesión imposible con Eloisse, una dama del XIX con quien Ana vuelca en no pocas disgresiones la visión de un mundo cambiante y los desengaños: también el deseo del amor intelectual -y definitivo- por Santiago, un pasional escultor que acaba revelándose como la meta de esta musical confesión que es El hombre de Verín.



La protagonista nos descubre hasta qué punto la idealización de lo "no tenido" puede configurar una existencia y cómo la vida resulta más fructífera si existe aún el deseo. Cuca Alonso nos regala con esta obra un tratado práctico del arte de amar y sus consecuencias. El amor en mayúsculas tiene en esta novela su homenaje a partir de dos voces narrativas, en primera y tercera omnisciente, que trasladan al lector a los estancos últimos de una conciencia que naufraga entre lo bien visto y la fidelidad al sentimiento. Y sobre la capa de lo que se estima, nos sorprende la certera crítica a la situación de la mujer de finales del XX y a la hipocresía machista que se dio hasta el las mejores familias. El hombre de Verín es la historia de un anhelo algo incumplido y de la importancia de ser fiel a los dictados del ánima. Cuca Alonso domeña a su antojo el lenguaje y se permite la inclusión de fragmentos de otros poetas del sentir como Cernuda: son unas injerencias permitidas que redundan en la identidad poética una novela lírica que se sostiene por sí misma en tono, en argumento y en voz.