Care Santos. Foto: Jordi Soteras
Una amplia galería de personajes circula por Deseo de chocolate, pero Care Santos (Mataró, 1970) hace protagonista a un objeto, una chocolatera de fina porcelana de Sèvres que perteneció a Madame Adélaïde, hija de Luis XV. La autora sigue la accidentada peripecia de esa pieza única a través del tiempo y en torno a ella dispone sendas historias emplazadas a finales de los siglos XVIII, XIX y XX. Las innovaciones en la manipulación del cacao para convertirlo en delicioso chocolate son otro hilo, además de un leitmotiv, de la obra. También el marco, una sentida Barcelona, aporta un factor unificador a las tres anécdotas independientes del libro.Frente a este criterio que prima las relaciones internas de las anécdotas frente a su carácter misceláneo, la novela tiene una ideación basada en la variedad formal y de tono que produce un relato ágil y diverso. Un narrador externo refiere, en la historia actual, las peculiares actitudes en un ménage à trois con énfasis dramático. La peripecia decimonónica sigue en segunda persona las pautas de la novela realista burguesa típica. El asunto emplazado en la Ilustración es una crónica epistolar con aires de farsa que hacen pensar en una postmoderna narración de aventuras, conspiraciones y sorpresas.
Las piezas podrían haberse publicado sueltas como las novelas breves que son, pero Care Santos ha querido trabarlas en una composición ligada según revela la estructura del libro, el cual se organiza a la manera de una representación escénico musical compuesta por un preludio, tres actos, dos interludios y un finale. El sentido global del texto surge, pues, de este teatro del mundo cuyo objetivo consiste en recrear la naturaleza humana, en general y en el concreto ámbito de las relaciones sentimentales. Acaso sea excesivo atribuirle a la novela el afán de ilustrar la casuística múltiple del amor, pero por ahí andan sus intenciones. Por ello tenemos un muestrario de comportamientos antagónicos. La anti calderoniana tolerancia de una sufriente y analítica relación moderna y liberal. El melodrama de la chica inocente a quien redime el afecto de un anciano bondadoso. Y el descubrimiento juvenil del amor inocente. Todo ello se ofrece en acción, no con discursos ni con reflexiones abstractas.
Tipos cavilosos y honestos, personas sensibles y auténticos animales aparecen a modo de bestiario humano. Los sucesivos cuadros históricos se muestran con atención, esmero documental y curiosidades costumbristas. También se deslizan observaciones solapadamente reivindicativas sobre la condición femenina. Con estos mimbres Care Santos escribe una obra amable y seria que cartografía el mapa de los sentimientos sin complejidades ni rebuscamientos. Trazos de humor refuerzan la amenidad de la novela. Deseo de chocolate es buen ejemplo de un tipo de literatura entretenida cuya legítima pretensión de llegar a un público amplio no está reñida con la escritura exigente.