Juan Manuel de Prada. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

Espasa. Madrid, 2014. 752 páginas, 23'90 euros

Morir bajo tu cielo, la nueva obra de Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970), responde sin demasiados problemas a los parámetros de lo que solemos llamar novela histórica, y lo hace con tanta solidez arquitectónica como sencillez en sus mecanismos. Esto último no es un reproche. De Prada afronta el período de aproximadamente dos años en el que una España de malos señores y buenos vasallos pierde Filipinas, acude al desguace de los Imperios y deja en la estacada a una serie de personajes, históricos y ficticios, que viven con entereza y camaradería sus difíciles circunstancias. El sitio de Baler es preparado por De Prada a través de varias tramas que incluyen caballeros españoles, calvinistas antiespañoles, frailes y monjas (aunque la más importante, sor Lucía, no lo sea plenamente), indios y fumaderos de opio, grutas, iglesias, masonería, asesinato, un trayecto en el corazón de la selva, conspiraciones, el sexo como campo de batalla o como sublimidad, adversarios honorables que se saben en el mismo bando (el de los hombres rectos), y otra porción significativa de elementos reconocibles.



Esta novela histórica, es cierto, está injertada de muchas otras cosas: western, 98 (tantas páginas dan tiempo a escuchar ecos implícitos, a veces muy sutiles, de Baroja o Valle), novela de aventuras, Hollywood clásico, citas explícitas de clásicos como Lope… Pere Gimferrer, lector de primera hora de Morir bajo tu cielo, ha afirmado que en esta novela caben Joseph Conrad y John Ford; se entiende por qué lo dice, pero es el segundo quien está más presente, con su fe en los individuos y en el heroísmo sin pedestal.



Quizás lo realmente importante para afrontar Morir bajo tu cielo sea preguntarse desde dónde piensa uno leerla; así, el aficionado al género histórico puede pasárselo bastante bien, pero para muchos otros lectores puede resultar el equivalente a un bodegón flamenco pintado en 2014, si es que no lo juzgan un best-seller ciclado de léxico. Estilísticamente, la novela permite una discusión muy interesante: abierta por cualquier página, azarosamente, rezuma siempre antimodernidad lingüística. Esa antimodernidad, ¿es exigencia de una novela ambientada en el 98? ¿Resulta kitsch y extemporánea en el peor sentido? ¿Es, en cambio, un bastión contra la insipidez contemporánea? ¿Hay que admirar la convicción irrebatible con que De Prada opta por escribir al margen de su generación o su época? En gran medida y a priori, yo estoy dispuesto a abrazar esta última opción: me divierte esa antimodernidad, y es obvio que el autor siempre ha manejado el lenguaje con talento. Sin embargo, tengo la sensación de que este libro se queda a medio camino: en última instancia, la maqueta estilística que está alzando nunca llega a cobrar verdadera vida. Esto se hace evidente en el poco relieve y tensión que alcanzan los momentos teóricamente más trepidantes: por ejemplo, un caimán ataca a Teodorico Novicio como un jefe de sección sale a fumarse el pitillo; en una escena de pelea colectiva, muy western, Martín Cerezo reparte estopa "con maquinal ensañamiento, si la contradicción es admisible".



Y es admisible, claro, pero es difícil que el lector perciba nervio cuando el narrador se pone dubitativo. Ocurre lo mismo con las ideas que a menudo se debaten en la novela (aunque la verdadera idea en este libro es el estilo): Dios, el progreso, el patriotismo, el amor… Puede que haya quien lea esas páginas buscando asentir o discrepar del conservador De Prada; por mi parte, me habría estimulado que esas páginas y diálogos alcanzaran mayor altura, e incluso un mayor entusiasmo antimoderno.



Al final, insisto, vale la pena preguntarse desde dónde leemos: aceptando o no la propuesta estilística del autor; aceptando o no su arquitectura tan reconocible. Pero es cierto que, aunque su extensión pueda agotar, Morir bajo tu cielo probablemente es correcta en lo que se propone.