Novela

Los elegidos

Eduardo Iglesias

21 noviembre, 2014 01:00

Libros del Lince. Barcelona, 2014. 200 páginas, 17 euros

Sigue impertérrito Eduardo Iglesias (San Sebastián, 1952) haciendo con calma su personal obra narrativa, al margen de los gustos del día y de las tentaciones del mercado. La va redondeando a base de poner en juego unos cuantos motivos seminales. Por una parte, la preferencia por vagabundos, fugitivos o seres situados en los márgenes sociales cuyas peripecias se recogen en la clásica estructura del viaje. Por otra, poniendo un puntillismo cartográfico al servicio de una fábula que tendría idéntico sentido en cualquier otro lugar. Además, adoptando la mirada de un escritor culto que deja su huella en el relato. También, en fin, sumando elementos simbólicos a una narración en apariencia trasparente.

Estos rasgos genéricos de la escritura de Iglesias reinciden en Los elegidos, solo que ahora aparecen bajo un reclamo de inmediata actualidad, la grave crisis económica y los abusos del sistema financiero que sufrimos desde hace tiempo. Se diría que con ello el autor ha claudicado de su acreditada independencia y paga un peaje a la moda de un sector de nuestras letras que está abordando los sufrimientos materiales de tantos ciudadanos con voluntad testimonial. Si el tema responde a la misma voluntad de certificar los atropellos que afligen a mucha gente, el planteamiento en cambio se dispara hacia la invención en el límite del disparate. En tierras aragonesas, unos sujetos excéntricos y solitarios, tres hombres y dos mujeres, unidos por el azar, forman una peculiar banda de atracadores que para resarcirse de los abusos de los bancos asaltan sus oficinas.

En la estela romántica del bandolero generoso, la pandilla reparte los frutos entre los pordioseros. Pero los personajes no se atienen a los requisitos de la tradición psicologista sino que responden a modelos que representan ideas -sobre todo la libertad y la utopía- y constituyen una variopinta galería de seres atípicos y pintorescos, aunque cargados de profunda humanidad.

Un aire goliardesco envuelve toda la historia hasta que, al final, lo festivo se trueca en dura y conmovedora tragedia. Así ocurre porque no se trata de un juego gratuito. Iglesias festeja principios positivos (idealismo, felicidad, libertad, amor...) a la vez que hace una denuncia inequívoca de la injusticia arropada en mucha ternura y piedad. Por encima de las adversidades, Los elegidos es, sin embargo, una gozosa y emotiva celebración de la vida.