Jorge Zepeda Patterson. Foto: Santi Cogolludo
Curtido en el arte del periodismo, el periodismo que no se limita a contemplar sino que está acostumbrado a intervenir, a no amedrentarse ante nadie, el periodismo que señala y persigue, Jorge Zepeda Patterson (Sinaloa, 1952) construye, en el noir coral que le ha valido el Planeta, un noir de extravagante (y lírico) título, un sencillo edificio (literario) denuncia que pretende llegar más lejos de lo que ningún artículo está acostumbrado a llegar. Por su inmediatez cuando se trata de periodismo diario, el artículo nace casi muerto; así, tragedias como la de Milena, la chica que un día salió de su pueblo, un lugar llamado Jastrebarsko, que apenas queda a media hora de la maltratada Zagreb, y jamás regresó, se liquidan en iniciales, una columna o, con suerte, un reportaje de fondo que se lee con el mismo interés con el que se lee sobre el último fenómeno de moda.Precisamente por eso la novela de Zepeda Patterson, economista y sociólogo, viejo conocido de la prensa mexicana por haber fundado y formado parte de un buen puñado de medios, tiene valor, porque pretende llegar más lejos que cualquier reportaje de investigación. Partiendo de una investigación real, y datos reales, que apenas salpican el texto, porque se trata de una novela para todos los públicos, y Zepeda no es de los que pretenden marear al lector sino más bien conmoverle, acercarle, lo justo, a la vida de la protagonista, que en realidad no se llama Milena sino Alka, y que ha caído presa de una red de trata de blancas, el escritor, que recupera a los cuatro protagonistas de Los Corruptores, incluidos el periodista Tomás y Jaime, el especialista en seguridad, y la mujer que ambos aman, Amelia, elabora una sencilla trama que le permite ahondar tímidamente en tan sórdido negocio y narrar, desde la ficción, una de esas vidas rotas que el periódico condena a formar parte de la vasta fosa común en que a menudo se convierte la sección de Sucesos.
¿Pero cómo llegan Los Azules, estos cuatro amigos, a dar con Milena? ¿Cómo se les ocurre pensar en lo que puede estar pasando una chica croata que ha caído en una red de prostitución? Todo es cosa de Rosendo Franco, director de El Mundo, el periódico para el que trabaja Tomás. No es que Rosendo le encargue un artículo al respecto, es que el viejo se ha convertido en algo parecido a su dueño. El dueño de Milena, sí. Su protector. Pero para cuando arranca la novela, Rosendo ha muerto (nada menos que en los brazos de Milena) y la chica teme que la mafia de la que había logrado huir, dé con ella. Es la hija de Rosendo, Claudia, quien despierta la curiosidad de Los Azules al respecto, asegurándoles que su padre tenía una amante rusa a la que protegía, y a la que alguien debe seguir protegiendo porque, tal y como le asegura en una carta, corre peligro de muerte. También insta a quien sea que dé con ella a que tenga cuidado de la libreta negra que lleva consigo. Porque es una especie de bomba (en lo que al posible estallido de una guerra entre mafias se refiere).
Aunque incluya confesiones, más o menos cruentas, de Ellos, los que consumen aquel que los narcotraficantes ya consideran, en palabras del propio Zepeda, el producto perfecto, la mujer, "pues la droga sólo puede venderse una vez pero a una mujer puedes venderla tantas veces como quieras", la novela, que resulta por tanto poderosa en el mensaje, deja que desear en lo estrictamente literario: los personajes son planos (por momentos, indistinguibles), México y Marbella apenas un telón de fondo y Milena, un puñado de apresurados datos biográficos traumáticos. Pero eso sí, el mensaje queda claro: el mundo sigue siendo un lugar horrible.