Andreés Trapiello. Foto de Araba Press
Como ya hiciera en 2004, Andrés Trapiello (Mazaneda de Torio, León, 1953) se adelanta a la conmemoración del cuarto centenario de la segunda parte del Quijote (1615) con El final de Sancho Panza y otras suertes, en donde se recrea y amplía el destino de algunos personajes que mejor conocieron a don Quijote, sobre todo Sancho Panza, Sansón Carrasco, la sobrina y el ama. En Al morir don Quijote se practicaba una larga retrospección temporal con la recreación de episodios protagonizados por el caballero manchego, con autentificación de los personajes implicados (Sancho, el cura, el barbero) o que convivieron con él en días de locura-cordura (ama, sobrina) y que incluso leyeron el libro donde se cuentan sus aventuras (Sansón Carrasco).Las novedades más importantes estaban en el secreto enamoramiento del ama, amor de la sobrina por el bachiller Sansón Carrasco, el aprendizaje lector de Sancho Panza y la marcha final de los cuatro a las Indias, dejando abierta la historia a posibles continuaciones. Todo parece acorde con las convenciones de la época, incluso el desliz de la sobrina con el gañán que se aprovechó de la ingenuidad de sus diecinueve años.
La continuación llega con El final de Sancho Panza y otras suertes, donde Trapiello sigue procediendo con libertad en sus invenciones, sin salirse del decoro literario ni perder el respeto a la novela cervantina. Antes bien, el autor es cervantino hasta la médula. Lleva a los cuatro personajes a América, animados por Sansón Carrasco, requerido por un tío suyo que ha hecho fortuna en El Perú y que puede morir sin descendencia. En el camino de Madrid a Sevilla se encuentran con personajes que se cruzaron con don quijote, como Cardenio y Luscinda, don Fernando y Dorotea, el oidor Pérez de Viedma (hermano del Capitán Cautivo) o el primo caracterizado por ser un baúl de saberes inútiles.
El autor opera siempre more cervantino, manteniendo las dos partes del Quijote, que muchos han leído y Sansón Carrasco lleva en sus alforjas, como referente o hipotexto del que se resumen los episodios que interesan, añadiendo otros nuevos imaginados, adjudicando nombres a personajes que en la novela cervantina no lo tenían o restituyendo el nombre supuestamente real a los que aparecían con uno ficticio (Melchor-Don Fernando, Elisa-Dorotea, Gonzalo-Cardenio, Clara-Luscinda, como antes había dado a la sobrina el de Antonia, y al ama el de Quiteria).
La estancia en Sevilla, convertida en capital del latrocinio y el crimen organizado, se aprovecha para ahondar más aún en referencias y alusiones cervantinas, añadiendo al recuerdo de las dos partes del Quijote la presencia de los apócrifos de Avellaneda, como también había hecho Cervantes en el de 1615, con el testimonio de don Álvaro de Tarfe en la Academia del Buen Consejo, lo cual da lugar a una burlesca trifulca entre los académicos que no saben distinguir lo verdadero de lo falso.
En algunos casos se llega a la metalepsis con el encuentro de personajes que pertenecen a distintos niveles, como en el episodio de la Cárcel Real de Sevilla, donde Sansón Carrasco y Sancho Panza coinciden con el padre de Antonia, el cual lleva 17 años preso y dice haber empleado a Cervantes como alcabalero, acabando los dos en aquella prisión. Y siguiendo el ejemplo de Cervantes, Trapiello emplea su propia novela Al morir don Quijote como hipotexto que sirve de referencia cuando conviene en esta continuación de aquella "tercera parte".
Llegados al Perú, tras muy accidentado viaje, los cuatro viajeros se quedan en Arequipa con el tío de Sansón. Allí siguen dando pruebas de sus mejores cualidades: Sancho, con su desenvoltura y lealtad a su amo; el bachiller, algo quijotizado y perdido en su melancolía; Antonia, pensando en su hija y en su marido meditabundo; y Quiteria, taciturna y guardiana de lo que sabe. Hasta el apocalíptico final, que también parece acorde con aquellas tierras situadas en la falla andina.
En fin, lo dicho en su momento de Al morir don Quijote puede aplicarse a El final de Sancho Panza... por el respeto y la fidelidad de su recreación y exploración de las potencialidades novelescas de los personajes cervantinos en sus nuevas relaciones, la intensa narratividad y la fluidez de sus diálogos, y la extraordinaria explotación de la lengua de Cervantes en una prosa que, siendo de hoy, está fecundada por la del Quijote en sus estructuras sintácticas y su riqueza léxica.