Irene Gracia
Si una cualidad destaca en el haber narrativo de la pintora y escritora Irene Gracia (Madrid, 1956) desde su primera novela Fiebre para siempre (1994), a la que se han ido sumando, entre otras, El coleccionista de almas perdidas (2006) y El beso del ángel (2011), es la proyección en ellas de su vasta cultura junto a la plasticidad y la intensidad de sus imágenes.Sus historias, poco comunes, representan siempre una apuesta arriesgada, abierta a interrogantes sobre la realidad, a enigmas sobre la existencia, a criaturas irreales. En la misma línea está el estilo con el que las sirve, en el que pone especial afán por fundir arte y literatura, colmando la trama de referencias cultas y abordando temas relacionados con la sustancia misma de la vida. Tal poética la reafirma con coherencia Anoche anduve sobre las aguas, el relato destacado con el premio de Novela Breve Juan March 2014 y, en cierto modo, un compendio de sus mejores cualidades creativas.
El argumento presenta la dimensión humana a partir de dualidades (bien/mal, vicio/virtud, sueño/realidad) que permiten escudriñar su carácter enigmático sin limitar la complejidad de las intenciones con esquemas reductores. La historia se centra en una joven, Elisa, que viaja de Venecia a San Petersburgo; allí deja al hombre, Bruno, con el que ha iniciado una historia a la que se ha doblegado ajena a las diabólicas intenciones que respaldan el interés de él por ella. Como le aterran los aviones, intenta paliar el pánico con "narcóticos" que le inducen a un sueño profundo del que arranca el relato de lo que sucede en una realidad paralela, al margen de parámetros espaciales y temporales convencionales.
El escenario ahora son las Islas Seráficas; la protagonista tiene su mismo nombre y es una mujer que desde niña manifiesta cualidades sobrenaturales (levita y formula profecías), fiebres místicas y poderes visionarios, y por esa razón deberá vivir alejada de lo mundano y protegida por quienes se encargan de velar por su espíritu angelical. En torno a ella todo es misticismo y sensualidad, y sus poderes acaban por atraer de manera irresistible al que parece el mismísimo diablo, el duque Bruno, un joven huérfano presa de una extraña enfermedad: carece por completo del sentido del tacto, lo que aviva su crueldad hasta extremos impensables.
En ese territorio irreal se produce un despliegue de acciones en torno a ideas que, servidas a través de los binomios mencionados, (bien/mal, virtud/vicio) seducen e inquietan y que, pese a la dificultad que entraña convertirlas en temática narrativa, aquí campean con naturalidad y acierto. Así, el tema dominante es el de la identidad como espejismo, y la trama ofrece una aventura iniciática: la de Elisa, la joven que despertará del sueño sin poder evitar sentir que el tiempo de su viaje ha servido de marco a su propia vida, "en otro tiempo y en otro mundo".