Lydia Davis

Traducción de Justo Navarro. Alpha Decay. Barcelona, 2014. 248 páginas. 24'90€

Para muchos lectores uno de los valores de la literatura es su componente catártico. En el ámbito de la creación artística esa dimensión purificadora es precisamente el principio conceptual del Künstlerroman que iniciara Gothe, utilizado en lengua inglesa con mejor o peor fortuna por autores como Dickens, James, Fitzgerald, Atwood... Aunque la temática de sus obras sea diferente en todas ellas encontramos una característica común:la creación artística -literaria en la mayoría de los casos- es la única salida que encuentra el/la joven protagonista para resolver sus problemas.



También la escritura de una novela se convierte en una suerte de camino de salvación espiritual en El final de la historia, primera novela de Lydia Davis (1947, Northampton, Mass.), si bien la narradora-protagonista, de nombre desconocido, no es ninguna "jovenzuela" sino una adulta mujer casada que rememora un antiguo romance de juventud. Sintetizando el argumento se puede decir que El final de la historia tiene dos hilos argumentales; la lucha y angustias de la ficticia autora para escribir su novela, por un lado, y, por otro, poner anímica y espiritualmente término a una historia amorosa que concluyó hace años. La propia narradora manifiesta al comienzo que "si alguien me pregunta de qué trata la novela, le diré que de perder a un hombre, porque no sé qué decir".



Escrita sin apenas diálogo, el componente autobiográfico resulta más que obvio. No me atreveré a decir que el amante añorado sea Paul Auster con quien Davis estuvo casada -ambos tienen la misma edad cuando en la novela la protagonista es 12 años mayor- pero sí que se está tomando a ella misma como modelo y está escribiendo su propia historia. En ambos casos se trata de académicas y reputadas traductoras (Davis es una reconocida traductora de Proust) que tratan de escribir su primera novela (Davis ha publicado varios volúmenes de relatos). En este sentido una de sus postreras reflexiones parece resultar concluyente: "Pensé que, hace años, cuando comencé a escribir esta novela, yo parecía más una traductora que una novelista. Ahora hay días que creo que empiezo a parecer una novelista (p.203).



La pretensión sería que redacción de la novela y recuerdo de la historia amorosa se complementen, sin embargo una y otra línea argumental parecen seguir su propia dinámica, su propio recorrido. Sí logra Davis transmitir la idea de que tanto las pautas del proceso amoroso como las de la escritura, producen en el individuo una serie de vivencias y sensaciones similares o idénticas. Los ejemplos que justifican mi apreciación son numerosos, aquí va uno de ellos sin desvelar si se trata de sus sensaciones durante el proceso de redacción o su estado de ánimo durante aventura amorosa: "Mi estado de ánimo cambiaba por momentos, primero rabia, luego alivio, luego esperanza, luego ternura, luego desesperación, luego rabia otra vez, y debía luchar para no perderme del todo" (p. 164). El nexo amor-creación ya se había apuntado en una de sus reflexiones: "Cuando dejamos de escribir [también él pretende ser escritor] había menos vida entre nosotros" (p. 109).



Me ha interesado más la historia amorosa que la redacción de la novela. Se trata de una relación compleja . Será usted, lector, quien finalmente decida si Lydia Davis ha logrado poner "el fin de la historia" o, por el contrario, se trata de una historia infinita.