Julio Llamazares. Foto: Fernando Alvarado

Alfaguara. Madrid, 2015. 192 pp., 17'50€ Ebook: 9'99€

Con esta novela Julio Llamazares (Vegamián, 1955) insiste en la veta que mejores frutos ha dado en su trayectoria narrativa, la que va de La lluvia amarilla (1988) a Las lágrimas de San Lorenzo (2013). Distintas formas de mirar el agua es otro admirable ejemplo de novela lírica por múltiples rasgos que van del perfecto endecasílabo destacado como título al abanico de subjetividades en su estrategia narrativa sustentada en 16 narradores complementarios, pasando por la tensión e intensidad emotiva y estilística, la eficacia de la elipsis y el predominio de formas externas breves tanto en la extensión de los capítulos como en la preferencia por frases cortas en párrafos nunca muy largos. Es también la novela que Llamazares lleva en su alma desde que el pantano del Porma, construido en los 60, inundó varios pueblos leoneses, entre ellos Vegamián.



Muchas familias fueron obligadas a abandonar aquel valle y tuvieron que levantar lejos del suyo un pueblo donde vivir en la llanura palentina donde se desecó una laguna para realojar a quienes habían tenido que abandonar su tierra. 45 años después, la muerete del cabeza de una vasta familia compuesta por los padres, sus cuatro hijos, los tres cónyuges de los casados o separados, los nietos y la novia italiana de uno de ellos reúne a todos en la orilla del pantano para esparcir sus cenizas lo más cerca posible del pueblo de Ferreras, que padres e hijos tuvieron que abandonar por la construcción del embalse. El padre y abuelo nunca quiso volver. Pero encargó a su esposa que, cuando muriese, lo incinerasen para poder regresar de la única manera posible. Esto los ha reunido allí. Y la novela está formada por 16 monólogos que la madre, los hijos y las esposas o los maridos de los tres casados, más siete nietos y la novia italiana de uno de ellos desgranan en tan luctuosa reunión.



El autor no ha establecido una caracterización lingüística en el estilo de cada uno de los monologantes, ni siquiera en la joven italiana. Es una decisión acertada, pues resulta suficiente la diferenciación que hace en la visión que cada uno aporta y que se singulariza por la edad que cada cual tenía cuando fueron expulsados de su tierra, por la vida que llevaron después cerca o lejos de los padres, que vivieron siempre en la laguna palentina, sobre todo, en los más alejados, como la nuera catalana, la pareja compuesta por la joven italiana y el nieto que en su condición de ingeniero de caminos comprende la utilidad del pantano, mientras que ella se siente extraña por ser extranjera (como el ex marido de Virginia, aunque por otros motivos).



Entre unos y otros como narradores distintos pero complementarios se compone una visión plural que mira el conjunto desde diferentes perspectivas. Cada uno tiene su punto de vista. Se acercan entre sí por edad y por sus experiencias, también por la sensibilidad de cada uno, tanto en la recreación de la figura del difunto, también de la viuda, como en el decreciente apego a la tierra donde nacieron, imposible de superar en los padres y menos intenso en los hijos, que comparten aquellos recuerdos con lo vivido en la laguna, y también por la diferente visión estética del embalse, resumida en estas palabras de la hija mayor: "De ahí que algunos exclamen mientras lo contemplan: "¡Qué bonito!". Y qué triste, añado yo" (p. 36). Hay muchas formas de mirar el agua, según lo que cada uno ve o busca en ella, como recuerda el hijo más inocente que le había enseñado su padre durante los trabajos agrícolas. Por eso deben recordarse el capitulillo del "Automovilista", que toma a los allí reunidos por turistas, y la asepsia de la cita final de Juan Benet, el ingeniero que dirigió la construcción del pantano.



Esta visión caleidoscópica de novela coral enriquece la obra, tanto en su variedad temática como novela del desarraigo, la soledad, la nostalgia y la melancolía, la memoria del paraíso perdido y la extinción de las culturas rurales (incluida la oralidad), como en su complejo perspectivismo de excelente novela lírica.