Martínez Roca. Madrid, 2015. 328 páginas, 18'99€ Ebook: 9'99€

Tánger fue esa "deliciosa mentira" en palabras del periodista y diletante Emilio Sanz de Soto cuando repasó, muchos años después, el ficticio esplendor de aquella urbe tan fugaz y cosmopolita en las mismas narices de Franco.



Cuando se escribe sobre Tánger, se corre el riesgo de la complacencia en la estampa pasada, o de una evocación más o menos sugestiva y nada más, pues pesan sobre la ciudad Ángel Vázquez y su Juanita Narboni, la presencia indisoluble de los Bowles, las escenas de Fortuny o el "dolce fare niente" de su estatus internacional.



Quizá sabedor de estos riesgos, pero también de la vigencia perenne de un mito (el de Tánger) que puede recrearse con talento, Javier Valenzuela (Granada, 1954) publica Tangerina. El último libro de Valenzuela, acreditado cronista que ha estudiado bien los márgenes de la sociedad, mezcla dos historias que se trenzan en una misma ciudad pero en distintos tiempos. Valenzuela nos habla del Tánger contemporáneo a través de su acertado protagonista, Sepúlveda, profesor del Cervantes de la ciudad marroquí que, en el transcurso de unas pesquisas sobre la detención de un amigo, descubre peligrosas conexiones de los servicios secretos españoles en el Norte de África. Serán estas investigaciones de Sepúlveda (un antihéroe que el autor construye como ese detective aficionado, de gran predicamento en este tipo de novelas) las que le lleven casualmente a una revelación fundamental, familiar, acontecida en ese otro Tánger, el Tánger desinhibido de los cincuenta.



Tangerina conjuga dos relatos y dos tiempos diferentes sin ningún artificio. Nos presenta a unos personajes que acaban por perfilarse correctamente a partir del ecuador del libro. Y es que esta sólida novela homenajea a aquel Tánger internacional en el que se solapaban malditos europeos, disidentes periodistas del "España", ricos herederos sajones y espías de todo pelaje.



La remembranza del Tánger de los tiempos de vino y rosas es sólo una clave de lectura sobre Tangerina; la otra es la de ese hábil juego literario que habla de una conspiración entre el CESID y narcos reconvertidos en yihadistas. Pese a la identificación ideológica de autor y protagonista -abundan juicios críticos sobre Aznar-, Sepúlveda acaba por fascinarnos por su intuición y su bohemia manía detectivesca. Tangerina da con el canon del género en una novela negra que mejora a cada página. Sobre el recuerdo de Tánger, el periodista y escritor crea un lienzo que acaba por ser ese libro que la ciudad marroquí precisaba a estas alturas.