Marqués de Laserna

Real Del Catorce Editores, 2015. 360 páginas, 20€

Íñigo Moreno de Arteaga, Marqués de Laserna (Madrid, 1934), sabe como historiador y prosista que en el arte de escribir de lo cercano se precisa de la sinceridad, y eso a pesar que con el tiempo que se fue se vale de un alter ego narrativo, el Marqués de Campos de Montiel, por el que nos refiere una vida. Una vida remembrada al hilo de esa decisión "proustiana" que es la redacción de un testamento notarial en el que cada cláusula es un jirón de memoria: "Yo y mi pasado que ahora acude en imágenes, sin un orden establecido, como remolino informe que se presenta a impulsos de la lectura del documento que tengo ante los ojos. A cada línea, la imaginación vuela al ayer, hechos y sensaciones se agolpan...". Digamos pues que el libro resulta ser la confesión de un hombre sensible y conservador que vive la tragedia relativa de un fin de siècle; uno más...



El tiempo que se fue es una acertada radiografía generacional de esa aristocracia que hubo de vérselas con el arreón de los nuevos tiempos. Pero todo tiene un perfume amable de ocaso, y ocurre en esa época que es la nuestra. Laserna da con un manantial intransferible y bien hallado de nuestra narrativa, y es el de relatar la vida de un marqués, el Marqués de Campos de Montiel, perfilado entre el yo vivido y la ‘muñeca' leída - y viajada- de un señor que ajusta cuentas consigo mismo cuando arriba el crepúsculo a su finca manchega.



El armazón argumental de la digresión a partir de un texto testamentario puede parecer un andamiaje simple, pero es que no es necesario nada más para trazar una vida que se nos muestra en carne viva, quizá como metonimia y apéndice de una manera de comprender unos valores heredados. Su vida, la del Marqués de Campos de Montiel, es también la crónica de un país (de Villa Giralda a la abdicación de Juan Carlos) en el descarnado escribir de un aristócrata monárquico, tocado de sensibilidad y entendimiento.



Por las páginas del libro desfilan cacerías y reflexiones políticas, bien dotadas de mayéutica, de estilo y de coherencia. Moreno de Arteaga es un autor que narra y vive lo asumido desde la infancia, con todos los altibajos que guarda la existencia. Especial atención merece la relación del narrador y protagonista con sus hijos, y esa dialéctica entre la salvaguarda del patrimonio de la familia y los valores irrespetuosos del capital que todo lo arrasan.



Todo fluye en un libro que suaviza las teóricas aristas lampedusianas del género. Y eso a pesar de que el protagonista insista en sus concomitancias.