Mo Yan. Foto: Shan He

Traducción de Juan José Ciruela. Kailas, 2015 512 páginas, 22'90€

Mo Yan no es un disidente, sino un observador crítico de la República Popular China. Se forjó como escritor en la Escuela de Arte y Literatura del Ejército, leyendo a García Márquez, Faulkner y Tolstoi. Se ha comparado su literatura con la de Kafka. Trece pasos no es un novela política, sino un relato sobre la vida, la muerte, el sexo, la vejez y los afectos. La súbita muerte en el aula de Fan Fugui, profesor de física, será el punto de partida de un viaje que recuerda la trama de Mientras agonizo (1930), de Faulkner. En este caso, el protagonista no es el cadáver de una mujer viajando a su pueblo natal, sino un maestro en una cámara frigorífica, esperando que maquillen sus restos para mejorar su aspecto en la ceremonia fúnebre. Faulkner utiliza la técnica del "flujo de conciencia". Mo Yan consigue un efecto semejante, pero con un final más trágico. Los "trece pasos" sólo agravan los conflictos de sus criaturas, con graves problemas de identidad y una profunda insatisfacción vital.



Pienso que el mayor acierto de la novela es Li Yuchan, la maquilladora de cadáveres casada con otro profesor de física llamado Zang Chiqiu, tan anodino y apático como el difunto. Es una mujer profundamente infeliz, pues su marido rehúye la intimidad sexual, alegando que desprende olor a cadáver. Aunque es joven, ya piensa en la vejez. Su carne se estremece, anhelando fundirse con otro cuerpo, pero el placer se ha convertido en un recuerdo. De hecho, siente que está más cerca de los muertos. Su quietud le parece menos turbadora que el rechazo. Su situación le resulta particularmente trágica, pues considera que sólo se puede conocer la vida mediante el contacto físico. Un espasmo de placer es una llave que abre un misterioso cofre.



El difunto Fan Fugui no monologa, sino que habla consigo mismo, empleando la segunda persona. Su diálogo produce un efecto paradójico, pues difumina y confunde las identidades. "Las metáforas son inútiles -escribe Mo Yan-, pero sin ellas no se puede representar el mundo". Trece pasos es una magnífica novela que ya contiene las mejores características de la narrativa de Mo Yan: una prosa lúcida, poética; unos personajes atormentados; un dominio absoluto de la estructura; breves y agudas digresiones y, por último, una poderosa imaginación, que combina el realismo y lo fantástico.



Mo Yan me recuerda a Balzac. Es indiscutible que recrean otro mundo, pero sus novelas se caracterizan por la misma ambición: retratar una época, estudiar la naturaleza humana, captar la magia de los objetos, con su aparente -y falsa- insignificancia. Su literatura es un gigantesco fresco de la sociedad china, cada vez más próxima al estilo de la vida occidental. Mo Yan sabe que la mundialización está destruyendo las diferencias culturales. No lo lamenta. Simplemente narra la perplejidad del ser humano en una época de cambio e incertidumbre.