Marina Mayoral

Stella Maris. Barcelona, 2015. 208 páginas, 19'50 €

Marina Mayoral (Mondoñedo,1942) desarrolla en El abrazo una experiencia límite en la cual algunas bien administradas dosis de lo fantástico entreveran el realismo predominante en una situación entre la vida y la muerte. Federico Castell y Puig, arquitecto de prestigio, vive una experiencia cercana a la muerte a causa de un infarto. En ese momento de muerte clínica, cuando el médico informaba de su fallecimiento a los familiares, ha visto el abrazo entre su esposa y su hermano, lo cual es interpretado por Federico como un signo de pasión amorosa más que de dolor por la muerte del marido y hermano. A partir de este dramático episodio, contado en el capítulo primero, se desarrolla un texto en 35 capítulos, con títulos y sin numerar, en los cuales se recrea, con intensidad creciente, la historia familiar de los Castell y Puig, desde los padres del protagonista, cuya madre venía de la familia Pardo de Cela (muy conocida en la imaginaria Brétema de la autora) y llevaba en su cuerpo la marca genética de un lunar en forma de pulga, que también tienen el hermano y la hija de Federico. Y todo ello se desarrolla vertebrado por el obsesivo afán de Federico en averiguar si lo que vio en aquel abrazo fue algo real o una alucinación de su cerebro.



Durante un año de convalecencia, con presente narrativo en tiempos actuales de crisis y con sucesivas analepsis en las retrospecciones temporales para recrear el pasado familiar, Federico sigue su recuperación completada con ejercicios de rehabilitación y masajes a cargo de una enfermera con manos mágicas capaces de provocar milagros en el cuerpo de sus pacientes. Ella es Mica y su carácter introvertido contrasta con el de su compañera muy habladora. Federico encuentra en Mica la interlocutora que necesita para resolver su terrible duda existencial, que le ha cambiado la vida, pues ella también ha tenido extrañas experiencias con un hijo ya fallecido. Así, entre rehabilitaciones y masajes, alternando con recuerdos familiares de Federico y diálogos con su hermano Fran, la historia familiar se va completando con especial incidencia en episodios de amor y muerte, sin desfallecer la obsesión del protagonista por aquel abrazo que ha removido su vida entera.



Lo mejor de la novela está en su calculada distribución de materiales con movimiento climático y en su hábil combinación de capítulos narrados en primera persona por Federico en sus recuerdos de episodios familiares (escritos en letra cursiva) y otros contados por un narrador omnisciente en tercera persona, dando cabida a pensamientos íntimos no hablados de los personajes principales. En ambas modalidades destaca la eficacia del diálogo como recurso de desnudamiento de almas, tanto entre Federico y su hermano Fran o sus enfermeras como entre Mica y su hijo o su compañera de trabajo. Y también en ambas modalidades se llega a veces a ráfagas de monólogo interior, por ejemplo, al final del capítulo 31, cuando Mica entra en diálogo alucinado con su hijo difunto (págs. 184-185).



Tanto por la historia referida como por la técnica empleada El abrazo es una novela existencial y psicológica por su exploración, en graduada profundidad, de un episodio entre real y sobrenatural que cambia radicalmente la vida de quien lo ha experimentado, y lo hace progresando en la introspección psicológica del protagonista, bien en diálogo con los personajes que lo rodean, familiares o enfermeras, bien en monólogos consigo mismo, a veces en segunda persona autorreflexiva, en los que rememora sucesos, situaciones e impresiones de su pasado.