Fernando Martínez López. Foto: Anahí Merino

Premio Felipe Trigo. Algaida. 352 páginas, 20€ Ebook: 9'99€

La confrontación colectiva de 1936 sigue siendo motivo incesante de nuestros narradores. En poco más de un mes he dado cuenta aquí mismo de dos novelas relacionadas con aquellos trágicos episodios. En ellas, la monotonía del tema se diversifica en la forma. Un planteamiento tradicional inspira a Álvaro Silva en Camina la noche y otro fabulístico sigue Martín Abrisketa en La lengua de los secretos. Un enfoque distinto prefiere Fernando Martínez López (Jaén, 1966) en Tu nombre con tinta de café: su relato fuertemente argumental conjuga recursos de la literatura de consumo y del best seller.



Como tantas novelas que se ocupan de aquel pasado todavía influyente, la de Martínez López establece un nexo entre los días de la sublevación militar y unos lustros después, a comienzos de los años 60, en que perduran sus peores consecuencias. El libro selecciona hechos significativos de ambos momentos cuya intención informativa sirve para ilustrar el marco histórico de la peripecia. Se trata de una ambientación que podría calificarse de costumbrismo temporal. En las fechas más lejanas aparece la crispación social en el Madrid republicano, el matonismo fascista y el activismo revolucionario de las izquierdas. En las más cercanas sabemos del "contubernio" de Múnich, de la represión franquista, de las torturas y ejecución de Grimau, de las tertulias del Café Gijón... En ese doble contexto se emparejan las vidas de dos jóvenes del 36, un falangista, Guzmán, ahora inspector en la temible brigada social, y un modesto empleado, Sánchez, en el presente verdugo a la fuerza. El policía culminará su ansia de refinada venganza ocupando a su adversario, aunque le salvó la vida, como ejecutor de un anarquista, Galo Sanz. Esta trama discurre en paralelo de una peripecia sentimental: los amores de Blanca, una joven poeta y filóloga, con el anarquista condenado al garrote vil y con un maduro editor.



Ambas líneas argumentales comparten una común tendencia a golpes de efecto y guiños varios. Galo participa en una conspiración nada menos que para liquidar a Franco. Dámaso Alonso dirige la tesis de Blanca sobre "Las ideas lingüísticas en España en el siglo XVII". Por una u otra razón se saca a relucir a Cela, a Matute o al tristemente famoso comisario Conesa. La narración abunda en lugares comunes sobre la poesía. En suma, la novela entera es una gavilla de tópicos políticos, ideológicos, sociológicos, literarios y emocionales. La trama se encarna en personajes esquemáticos, inconsistentes y maniqueos: una atormentada poeta que renuncia al matrimonio por interés con el bondadoso editor para entregarse a la volcánica pasión con el revolucionario idealista; un sanguinario policía de diabólica crueldad; un chico humilde víctima de males sin cuento... En fin, las situaciones bordean el melodrama. No basta contar una dura historia que abarca lo bueno y lo malo de la naturaleza humana para conseguir una novela lograda.