Pablo Aranda

Malpaso. Barcelona, 2015. 226 páginas, 17€

Novelar la angustia requiere un gran compromiso con la psicología humana, con los pasajes y etapas a través de los que una persona corriente digiere el miedo a su propia muerte. De introspección en el hombre cotidiano sabe mucho Pablo Aranda (Málaga, 1968) que con El protegido vuelve a profundizar -y a complicar- esa incursión suya en los territorios de la novela negra que tomó fuerza y rango definitivo con su anterior obra, Los soldados. En El protegido, su protagonista, Jaime, prototipo del hombre común en la treintena, se ve involucrado en una trama de asesinatos por un golpe fortuito del destino.



Si en su anterior novela pesaban las traiciones y los secretos familiares, en El protegido refulge la acertada indagación sobre la angustia como motor narrativo. Es quizá la novela más desasosegante de Aranda. Evidentemente se gusta en esos marcos espaciales del extrarradio (en este caso los bloques de inmigrantes de Torremolinos) y en su querencia por la novela social como punto de partida sobre el que desarrollar ora el humor, ora el recuerdo, ora la maquinaria del género negro. Pero hay más, y ese plus deriva de un argumento policíaco, en ocasiones bronco, al que se adapta un ritmo y un tono sobre los que hay un creciente cuidado del escritor andaluz. Abundan imágenes de una poética atormentada que sintonizan con la comprensión que el lector siente con el protagonista.



Pablo Aranda nos regala un libro duro, complejo, en el que la condición humana se expone abierta en canal. Cuando el acto de matar puede llegar a ser liberador y catártico.



@JesusNJurado