Haruki Murakami. Foto: Domenec Umbert

Traducción de Lourdes Porta. Tusquets. Barcelona, 2015. 288 páginas, 19€. Ebook: 13'29€

Aquí puedes leer el prólogo de las novelas de Murakami

Haruki Murakami (Kioto, 1949) decidió convertirse en escritor una luminosa tarde de abril de 1978. Había acudido a presenciar un partido de beisbol en el estadio Jingû-kyújô de Tokio. Era el primer encuentro de la temporada y jugaba los Yakult Swallows contra los Hiroshima Carp. Por entonces, Murakami era el propietario de un bar de jazz. Servir copas mientras sonaban Miles Davis o David Brubeck, le parecía infinitamente mejor que trabajar en una oficina. Seguidor de los Yakult Swallows, un equipo pobre y sin estrellas, ese día se sentó en el área de outfield, una pradera de césped semivacía y sin asientos.



El partido discurría con su previsible mediocridad, cuando David Hilton, un bateador norteamericano, esbelto y desconocido, propinó un bonito y sonoro golpe a la pelota, logrando avanzar hasta la segunda base. El escaso público aplaudió y Haruki Murakami pensó: "Sí. Quizá también yo pudiera convertirme en novelista". Cuesta trabajo creerlo, pero la idea surgió sin preámbulos ni deliberaciones. Simplemente, "ocurrió". Fue "una especie de revelación", una auténtica "epifanía".



Al finalizar el partido, Murakami viajó en tren hasta Shinjuku, compró papel de escribir y una pluma estilográfica. Escribía en la cocina. De noche y poco antes de amanecer, pues el bar ocupaba el resto de su tiempo. Necesitó medio año para elaborar Escucha la canción del viento, una novela breve que ya contiene las líneas maestras de su mundo narrativo: mujeres misteriosas, relaciones sentimentales truncadas, paisajes urbanos, suicidas que se quitan la vida con discreción, nostalgia por la juventud desaprovechada, proyectos incumplidos, fascinación por la cultura pop, desapego por las tradiciones japonesas. Murakami era un lector apasionado de novela negra americana y novela rusa del siglo XIX. Nunca había leído una novela japonesa contemporánea. No tenía muy claro qué pretendía plasmar. Sin un estilo o autor de referencia, se dejó llevar por el relato.



Cuando leyó el manuscrito, descubrió que el resultado era insatisfactorio. Pensó en renunciar a su incipiente vocación literaria, pero el golpe del bateador que le había impulsado a comenzar, le animó a intentarlo otra vez. Abandonó la pluma, que le había inspirado una sensación de frescor y aventura, y cambió de idioma. Con una Olivetti con el teclado alfabético en inglés, escribió una segunda versión. Al no dominar la lengua, sus frases eran breves y algo esquemáticas, pero no había nada superfluo o afectado. No le pareció suficiente. Recuperó la estilográfica, tradujo el texto inglés al japonés (o, mejor dicho, hizo un "trasplante") y obtuvo una dignísima primera novela, con un estilo ágil, directo, urbano, rabiosamente moderno. Envió el original a un certamen para escritores noveles y logró clasificarse entre los cinco finalistas. Poco después, se topó en la calle con una paloma herida. Compadecido, la recogió para curarla y experimentó una nueva "epifanía". Ganaría el concurso, sería escritor, encadenaría un libro tras otro. Ni siquiera conservaba una copia del manuscrito. Si no hubiera sido galardonado, admite que probablemente no habría vuelto a escribir.



Pinball 1973 fue la segunda novela. "El Rata", un joven millonario, asocial y extravagante, repite como personaje secundario. En la ópera prima, la acción giraba alrededor de un bar de jazz, con un protagonista parecido al propio Murakami, que ensayaba la "humilde tentativa" de escribir para ser sincero, algo increíblemente difícil, pues el afán de claridad suele desembocar en la oscuridad. Admirador del imaginario Derek Heartfield, un mediocre escritor norteamericano que se suicidó en 1938, arrojándose al vacío desde la azotea del Empire State Building, con un retrato de Hitler en la mano derecha y un paraguas abierto en la izquierda, mantiene un idilio con una chica que ha perdido un dedo en un accidente. El romance fracasa, pero el protagonista descubre que el amor y el sexo, aunque resulten fallidos, siempre enseñan algo y eso es lo que permite seguir viviendo. Pinball 1973 novela la pasión por las famosas máquinas, que aparentemente nos ofrecen un ocio banal, pero que en realidad nos ayudan a contener el ego, disfrutar de una insólita libertad e intuir la sombra de la eternidad.



Los dos primeros libros de Haruki Murakami son extraordinarios, literatura de alta calidad, con una poética compleja y seductora, que no ha cesado de crecer. Algunos críticos han apuntado signos de estancamiento, pero yo creo que su literatura se parece en cambio a un universo estable, con un poderoso e hipnotizador centro de gravedad.



@Rafael_Narbona

Aquí puedes leer el prólogo de las novelas de Murakami