El murmullo de las abejas
Sofía Segovia
4 diciembre, 2015 01:00Sofía Segovia
Antes de El murmullo de las abejas, Sofía Segovia (Monterrey,1965) publicó Noche de huracán (2010) y con este pequeño bagaje se ha granjeado una notoriedad en México. De hecho, esta novela está respaldada por la lectura que han hecho de ella críticos en varios países. Pese a esos avales, el texto está pensado para satisfacer a un público que disfruta con una literatura sin pretensiones.Desde un marco narrativo mínimo y escasamente original (un hombre toma un taxi y en el trayecto desde Linares a Monterrey le cuenta al chófer la historia de su familia), Sofía Segovia va desgranando la vida de los Morales, que se inicia en los albores del siglo XX con la Revolución mexicana y culmina con el viaje de su hijo Francisco, ya anciano, a su ciudad natal. Al lado del realismo propio de este tipo de obra, en el relato también hay cabida para lo mágico, representado en el personaje de Simonopio. Se trata de un muchacho con deficiencias físicas que apareció cuando era apenas un recién nacido, abandonado en el campo y rodeado de abejas, y al que la familia Morales no duda en acoger. El chico cuenta con unas cualidades sensoriales superiores, por lo que su presencia permite la entrada en la novela de cierto contenido fantástico que el lector asume sin mayor problema. Las abejas, de hecho, lo acompañan durante toda su vida, tejiendo sobre él una especie de manto que lo cobija y lo ayuda a ahuyentar el miedo, como él protege y ayuda a su familia adoptiva.
La historia, bien escrita, parece contada a la luz de la lumbre. Ante los ojos del lector, el anciano Francisco y el narrador omnisciente cuentan los avatares de esta familia linarense sin que importe mucho la inverosimilitud en la que se incurre por el uso de las dos voces. Tampoco importa que los personajes carezcan de una psicología profunda, ni que los protagonistas tengan un carácter maniqueo, que la narración tenga un carácter convencional y que se cuenten todos los pormenores de la historia, dejando maniatada la imaginación del lector.